Estos días celebramos el décimo aniversario de Crónica Global y es imposible hacerlo sin evocar las dificultades que sufrimos los periodistas que participamos en su lanzamiento y consolidación.
Pero también quiero tener un recuerdo de agradecimiento para los accionistas, la gente que arriesgó su dinero para que el proyecto pudiera salir adelante. Es cierto que en los primeros momentos no eran grandes aportaciones, pero constituyó un verdadero acto de fe.
Apostaron por un proyecto en el que confiaron y aceptaron el reto de poner sus recursos en manos de gente que iba a contracorriente. Éramos unos outsiders de un sistema político –de un régimen en realidad-- que contaba con la complicidad de los grandes medios de comunicación catalanes, no solo los públicos, y que no dudaba en amedrentar a los que osaban exhibir un criterio propio.
En aquel panorama de docilidad, arriesgar tus ahorros –y quizá tu carrera profesional-- era un acto de valentía y un claro deseo de contribuir a la pluralidad de la sociedad catalana.
Además, todos sabíamos –ellos también-- que no contaríamos con los apoyos que la Administración catalana repartía entre las cabeceras amigas y las neutralizadas. En los casos más escandalosos alimentaba al 100% iniciativas independentistas por más improbables que fueran.
De la misma forma éramos conscientes de que la Administración central estaba a verlas venir sin una política definida respecto a la crisis que se incubaba en Cataluña. Nadábamos en medio de una gran soledad.
En respuesta al apoyo de esos accionistas generosos nos obligamos a una política de gastos muy restrictiva que nos llevó incluso a que algunos de los fundadores renunciáramos a nuestros salarios en los primeros meses para aliviar la cuenta de resultados. El entusiasmo y el trabajo de todos nosotros y la excelente gestión de Xavier Salvador hizo que Crónica no arrojara pérdidas ni en el primer trimestre de 2015, el más duro de estos 10 años.
Para ser consecuentes con el respaldo que los accionistas nos habían prestado, el consejo de administración se ha esforzado en repartir dividendos desde el primer ejercicio y por mantener un magnífico pay out en los años sucesivos.
Qué menos para quienes se atrevieron a romper la ley del silencio que imperaba en Cataluña en una época felizmente superada, un gesto con el que demostraban que efectivamente había una parte de la sociedad que no comulgaba con el pensamiento único que no venía de abajo arriba, como decía la propaganda, sino que era impuesto desde las instituciones.