Barcelona y Cataluña necesitan la Fundación Vila Casas. El gran Josep Maria Cortés explicó aquí en Crónica Global que en el museo de Can Mario, en Palafrugell (Girona), uno de los cuatro que opera el ente, descolgaron el manto que cubría la estatua de Antoni Vila Casas cuando faltó el empresario creador de Prodesfarma y mecenas de arte contemporáneo catalán en 2023.
Desde entonces, menos de dos años del trágico óbito, la fundación que gestiona el legado artístico del patrono ha sufrido dos graves crisis. En la primera se fugaron tres patronos. En esta segunda, ha habido una reestructuración que ha terminado con una toma al asalto del poder por parte de la viuda y la hija del añorado filántropo.
Y ya basta. Se debe salvar a la Vila Casas de un posible expolio como el que ha sufrido otra gran fundación irrepetible: Cellex. En este segundo caso, los albaceas del testamento del empresario Pere Mir podrían haber rapiñado la fortuna legada del iniciador de Derivados Forestales.
En el terreno de la Vila Casas aún no se confirman indicios de desfalco alguno, pero sí de gestión muy dudosa, seguramente muy mejorable y pésimamente explicada, que ha laminado la reputación del ente social.
A menudo, las instituciones culturales y científico-médicas de la autonomía --y del resto del país-- están aquejadas de problemas de financiación. Lamentan que no se las dote adecuadamente de presupuesto para armar su colecciones y financiar sus estudios y tratamientos. Es de esta necesidad donde surge el remedio: las fundaciones sin ánimo de lucro, que canalizan el patrimonio de este o aquel patricio, y lo asignan para el bien de toda la comunidad.
Este es el fin último a proteger. El retorno social de grandes empresarios catalanes que han forjado auténticos conglomerados está siendo cuestionado, y ello no debería pasar. Es por este motivo --hay otros, pero este es el principal--, que se debería proteger a la Vila Casas a toda costa.
Los mimbres de praxis interna más que cuestionable están poniendo en riesgo el citado retorno social. Hay que atajarlos y enderezar el rumbo. Devolviéndolo a la callada pero imprescindible labor de la promoción del arte contemporáneo vernáculo.
Si no saben gestionar el legado de un prohombre, apártense, debería decir alguien. Y se deberia dejar claro antes de que, quizá, estalle un nuevo conflicto en la Fundación. Sería el tercero en menos de dos años.