El Mercado de Sant Josep-Boquería de Barcelona es uno de los atractivos turísticos estrella de Barcelona. Es Bien Cultural de Interés Local (BCIL) y en 2024 Food & Wine le dio el premio de Mejor mercado del mundo. Son dos distinciones diferentes, pero que recuerdan el valor patrimonial e inmaterial del mercado municipal abierto en 1840. 

Y la lista de puestos y comercios que han nacido entre los cuatro muros aireados de la instalación son incontables. No cabrían en este artículo. Cabe el reconocimiento a todos ellos, como no podía ser de otra manera. Han creado riqueza, empleo, creatividad y, en definitiva, valor añadido a la economía nacional. 

Pero también es verdad que a La Boquería se la ha fiscalizado poco. Se la ha tratado como a un tótem que, a veces, no podía ser objeto de críticas por su historia y posición como activo imbatible en el corazón de la capital catalana. 

Y ha sido este medio el que ha descubierto que un empresario desconocido se ha convertido en el nuevo rey de La Boquería. De forma silenciosa, Elharrar Mardochee Maki se ha adueñado poco a poco de los puestos, pese a que los comercios de toda la vida "no podrían aspirar a crecer por la hiperinflación que han sufrido los negocios". El precio que alcanzó el traspaso del icónico Pinotxo, y que superó los diez millones de euros según algunas fuentes, lo atestigua.  

Ahora, más inquietante si cabe es el conflicto que ha estallado en los puestos de Mardochee. Varias voces apuntan no sólo a vulneraciones graves de la normativa laboral, sino a un desprecio absoluto a la regulación nacional. Sólo con que el 10% de lo que denuncian las trabajadoras del Maki sea verdad, debería hacer reflexionar a más de uno. Y activar mecanismos de control. 

Porque esto es lo que, presuntamente, está pasando. Se alerta de que una persona está abusando de la privilegiada posición de La Boquería para operar sin escrúpulos. Que ha degradado el producto y el servicio --ese mismo que hasta ahora recibía premios-- hasta el suelo, y que trabajar para él se ha convertido, sostienen, en un "infierno". 

Han tenido que ser las maquiladoras de La Boquería quienes denuncien la situación, porque la operación de Pinotxo --el heredero fue privado del puesto y tuvo que exiliarse al Mercado de Sant Antoni-- no operó de canario en la mina, aunque tendría que haber pasado. 

Nadie hizo caso de los indicios, y la situación se ha envenenado hasta un nivel jamás visto. Antes de dejar el Mercado, el chef Arnau Muñío, de Direkte Boquería, alertó de que la plaza estaba "cambiando, que él era como los últimos músicos de Titanic". Sostuvo que "había cogido uno de los últimos botes salvavidas" antes de un final que nadie desea. 

Sorprende que nadie recogiera el guante que lanzó este talento barcelonés de la cocina. O que nadie pusiera orden a los traspasos. O que nadie batallara por el cumplimiento de la legalidad intra mercado. O que nadie se cuadrara ante los desmanes de Mardochee. 

Han tenido que ser las maquiladoras quienes den el aldabonazo de alerta. Y este medio, quien lo destape. Y algunos aún quieren matar al mensajero.