Gracias por absolutamente nada.
Tú, que te haces llamar “mentor en habilidades sociales” y “coach de la seducción”, has conseguido lo que parecía difícil: unir en una misma figura el rol de timador emocional, hostigador callejero y experto en vulnerar la intimidad ajena con una sonrisa y una cámara oculta.
Con apenas 25 años y más de 140.000 seguidores en TikTok, te has montado un negocio redondo: vender cursos a 3.000 euros prometiendo enseñar a otros chicos a hacer lo que tú haces, es decir, asaltar a chicas por Barcelona, de preferencia extranjeras, abordarlas sin ningún tipo de contexto, y grabarlas a escondidas y sin su consentimiento, como si fueran parte de un reality cutre de baja producción moral.
Todo ello, claro, disfrazado de “confianza”, “masculinidad” y “empoderamiento masculino”. Spoiler: no es empoderamiento si necesitas atropellar la intimidad de otras personas para conseguirlo.
Y ojo, que aquí va una aclaración importante, porque a veces os liáis: la libertad sexual de cada uno es sagrada. Si quieres tener tres citas a la semana o cinco al mes, adelante, ojalá las disfrutes. Pero pretender que eso sea una especie de “nivel normal” al que todos los hombres deben aspirar, como si el número de mujeres que te ligas fuera una medalla al valor, no solo es triste, es infantil.
Más bochornoso aún es pensar que las mujeres somos tan absurdas que con cuatro frases de autoayuda disfrazadas de 'ligoteo' vamos a caer rendidas. ¿De verdad crees que decir “me he fijado en ti y quería saludarte” mientras grabas a escondidas es seductor? No, Héctor. Es incómodo. Y además, grabar y publicar sin el consentimiento: es delito.
Tú no ayudas a los hombres. Tú te aprovechas de su inseguridad, de su baja autoestima y sus problemas para relacionarse. Les cobras miles de euros por enseñarles a comportarse como tú, como si eso fuera deseable. Como si ser un pesado con ínfulas de gurú fuera algo a lo que aspirar.
Y encima lo vendes como si hicieras un favor al mundo. Como si grabar a mujeres sin permiso y subirlo a redes fuese “inspirador”. Como si insistirle a una chica visiblemente incómoda te hiciera valiente. Como si educar a otros hombres para que repitan tu patrón fuera algo noble.
Y lo peor de todo, es que hay quienes te creen.
Porque sí, es verdad que hay una parte de la población que está perdida, que quiere entender cómo acercarse a alguien en una sociedad en la que todo parece ir más rápido, en la que las apps de citas y las redes sociales han sustituido la mirada y el contacto directo. Y también es cierto que recuperar el contacto humano es necesario. Pero no así, Héctor.
Así que, en realidad, gracias, Héctor, por recordarnos todo lo que no queremos ser.
Gracias por hacer evidente que aún queda mucho por hacer para que algunos entiendan que el respeto no se negocia. Que grabar a alguien sin su permiso no es “contenido”, es una falta grave de respeto. Que tratar a las mujeres como cromos de una colección no es una habilidad social, sigue siendo machismo.