El sistema sanitario catalán, en su brazo investigador, necesita recuperar el patrimonio desfalcado en las Fundaciones Cellex y Pere Mir. Las dos entidades sociales han apoyado proyectos científicos importantísimos, como el Centro Cellex o el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), entre otros.
Hay consenso en la comunidad científica en que los fondos que legó Pere Mir Puig a la ciencia deberían terminar, en efecto, en el ecosistema científico. Porque lo que se sabe es que en parte no ha sido así.
A la espera de que la tutela del Departamento catalán de Justicia y la investigación del juzgado de Instrucción número 12 de Barcelona expliquen si hubo despatrimonialización -por saqueo del testamento-, lo cierto es que sabemos que algún activo clave sí se perdió. Se extravió, por ejemplo, un lujoso chalet en la mejor zona de Vall d'Aran en la que moraba Mir en invierno. Se lo quedó el oncólogo Josep Tabernero, uno de los tres albaceas, en una donación que muchos cuestionan.
Sonará como un perogrullo, pero esa pieza del portafolio, y las otras si se demuestra que han sido objeto de rapiña, deberían volver al sistema sanitario e investigador. Los centros productores de innovación científica sufren infrafinanciación crónica, y cualquier aportación externa debe ser bienvenida.
Pero sobre todo, los fondos legados por Pere Mir deben regresar a la ciencia por justicia. Así lo quiso el mecenas y porque, de este modo, se restituiría la reputación de las fundaciones.
Y por una tercera razón: habría que dar ejemplo. El caso Cellex interpela directamente a un segmento de la burguesía catalana en la que a veces no todo es lo que parece y en el que algunos movimientos carecen del escrutinio necesario. Resarcir Cellex supondría corregir unas conductas gestoras cuando menos desordenadas -y, quizá, si la justicia así lo determina, delictivas- y mandar el aviso necesario a otros cuarteles.
Junto a la intervención decidida de Justicia y con la investigación de la sala 12 de Instrucción de Barcelona, se está empezando a gestar una coalición de voluntades para recuperar el patrimonio de Mir. Que los fondos perdidos, sean apenas un chalet o un número indeterminado de millones, regresen a los grupos de investigación y a sus recursos.
Sería un final feliz de una historia de la que aún no se han escrito todos los capítulos.