No me extraña que el libro que acaba de publicar el líder del PP de Cataluña, Alejandro Fernández, haya causado malestar en Génova.
A calzón quitao es un valiente ensayo en el que Fernández (probablemente el mejor orador actual del Parlament) repasa los errores históricos de la estrategia de los partidos constitucionalistas en Cataluña (especialmente del suyo, el PP) y plantea fórmulas para salir del eterno fracaso.
La mayor parte del análisis y de las propuestas no son nuevas. Simplemente son de sentido común. Pero le honra el atrevimiento de hablar con sinceridad y acierto, lo que, probablemente, tendrá un coste personal que se muestra dispuesto a asumir.
Lo clava cuando lamenta que el PP de Cataluña es “una auténtica trituradora humana de líderes” a causa de los “bandazos ideológicos” que despistan a los votantes. Y lo ejemplifica con una divertida sentencia: “A Alejo [Vidal-Quadras] lo ficharon por duro y lo echaron por duro, y a [Josep] Piqué lo ficharon por blando y lo echaron por blando”.
Fernández insta al PP a “dejar de hacer el primo” y olvidarse de una vez por todas de las políticas “cortoplacistas” de “apaciguamiento” y “concesiones” a los nacionalistas, que no han servido para nada.
De hecho, apunta que “el constitucionalismo catalán no logra consolidarse y da la impresión de que tampoco en los cenáculos del poder en Madrid hay especial interés en ello, como si en Cataluña prefirieran entenderse con los nacionalistas antes que con los propios”.
Por eso, recomienda que en su partido “nadie volviera a caer en ingenuidades sobre la naturaleza, supuestamente economicista, del nacionalismo catalán: el populismo y la polarización han venido para quedarse (al menos durante una buena temporada) así que más vale estar preparados para lo que, sin lugar a duda, volveremos a sufrir”.
El libro del dirigente popular es un grito de alerta, un aviso a navegantes, en el que también denuncia la deriva de los socialistas por “asumir el ideario enterito del nacionalismo”.
“Lo peor de todo es tener que ver cómo Salvador Illa y Pedro Sánchez pretenden compensar y premiar a los que provocaron semejante desaguisado para que sigan defendiendo lo mismo. Yo sostengo que tenemos que hacer exactamente lo contrario y con protagonistas diferentes”, señala.
Y como es habitual en él, Fernández tira de su habitual ironía para ilustrar sus tesis: “Resulta evidente que, tras aguantar a Torra o Puigdemont, se agradece que Illa sea cortés y educado: a estas alturas de la película, muchos catalanes se conforman con que su presidente no esté como una cabra. Y así es, Salvador Illa no está como una cabra y su trato es exquisito, también conmigo, ningún problema en reconocerlo, pero que nadie dude de que ejerce ese papel de yerno ideal tan típico en él, aparentemente maravilloso, pero que cuando te despistas… te la clava”.
Tampoco faltan anécdotas deliciosas. Me quedo con esta: “Cuando se aprobó el límite de precios del alquiler por parte de ERC, Junts, CUP, Comunes y PSC, dos insignes diputados juntaires con diversas y generosas propiedades inmobiliarias se me acercaron para preguntarme/rogarme si teníamos intención de presentar recurso ante el Constitucional contra la medida que ellos mismos habían propuesto. Les tranquilicé avanzándoles que, efectivamente, íbamos a presentar dicho recurso, pero no pude evitar cachondearme un poco de ellos por su hipocresía cuando se trata de sus propiedades. Un clásico”.