Sin hacer mucho ruido, aunque con mucha dedicación –dicen–, algunos sonados y polémicos cambios de opinión acerca de la amnistía, y otros abrazos a quienes quisieron romper España, Salvador Illa ha llevado el tren catalán a otra estación. Nunca mejor dicho.
El hecho de que Rodalies sea hoy la mayor preocupación de todos los partidos políticos es la confirmación de que las cosas han cambiado, por si había dudas tras los retornos de empresas como el Sabadell y La Caixa, o tras la normalización institucional. La palabra independencia ni se utiliza. Ni se habla ya apenas de la “financiación singular”.
En este sentido, el funcionamiento de los trenes es casi el único reproche que le hace la oposición al Govern, comenzando por el Houdini de Waterloo. Pero el caos ferroviario no tiene una solución rápida. O, si la tiene, no conviene: levantar toda la infraestructura de golpe para mejorarla acarrearía más problemas de movilidad. Es más prudente ir paso a paso.
Otra cuestión que diferencia a este Govern de los anteriores es que, con sus aciertos y errores, reconoce que hay un problema… y plantea soluciones, proyectos para solventarlo. Hasta ahora, la culpa de todos los males era de Madrid. Se gobernaba por inacción. Al menos, parece que hay cierta calma y estabilidad, y pactos y acuerdos.
No hay que olvidar que el procés todavía colea, hay heridas abiertas o mal cicatrizadas, pero el pulso de cirujano del otrora ministro de Sanidad ha cambiado el panorama, guste o no. Cataluña ya no está en llamas, aunque algunos siguen señalando a los comercios en función de la lengua. Esperemos que no pasen de ahí durante décadas.
Illa, es verdad, se ha beneficiado de varios factores para llevar Cataluña a otra fase, como el hastío mayoritario de la población con los Governs nacionalistas, hecho que permitió el triunfo del PSC; las deleznables concesiones del Gobierno (y Govern) al separatismo, que han desactivado a este movimiento; y la fractura del independentismo en mil pedazos.
Pero convencer a las élites empresariales y conducir el debate parlamentario al caos de Rodalies, a la gestión, es un mérito que se le ha de reconocer en gran medida. No tiene presupuestos, y tampoco sufre mucho por esta falta de apoyos. Él tiene claro el camino y lo va ejecutando: sequía, vivienda, seguridad, energía… y Rodalies. A ver hasta dónde llega.