La vida te puede sorprender en cada esquina, pero, salvo sorpresa, Sílvia Orriols (Aliança Catalana) retendrá la vara de alcaldesa en la peculiar Ripoll.
Son pocas las ocasiones en las que ello ocurre en política, pero, esta vez, se ha impuesto el seny, el sentido común (también llamado, en este contexto, tacticismo político).
No habrá moción de censura contra la candidata más votada en las elecciones municipales del 2023. Cada quien conoce los motivos por los que se inclina por uno u otro partido, pero está claro que el discurso de Orriols ha calado en ese municipio y en parte de Cataluña. Algo bueno tendrá.
Algunos la quieren imitar; otros, directamente, la señalan como el objetivo a batir, como el mismísimo Lucifer de ultraderecha. Pero, aunque son más los oponentes, estos tienen menos fuerza, pues son incapaces de ponerse de acuerdo.
Por un lado, sorprende que en un municipio de menos de 11.000 habitantes haya tantos partidos en el pleno, ¡seis! Esto es, seis maneras de entender el pasado, el presente y el futuro de la localidad.
Y más triste es que esos partidos, que representan a sus vecinos, sean incapaces de ponerse de acuerdo para gobernar en comunión. ¿Tantas visiones diferentes e incompatibles existen en un pueblo? Es la política del absurdo.
Por lo tanto, el freno de Junts a la moción de censura para montar otro gobierno en minoría y obligado a entenderse por las circunstancias es una oda al sentido común: que gobierne la lista más votada, y que se coma ella sus aciertos y sus errores.
La oposición, en lugar de montar en cólera por la ideología de Orriols, debe armar un buen programa para derrotarla en las urnas. Un programa que priorice a los vecinos por encima de personalismos y de siglas. Solo así tendrá opciones de arañarle votos.