El bueno de Pau Donés cantaba aquello de que “según cómo se mire todo depende”. Porque no hay blancos y negros absolutos, sino una amplia y casi infinita gama de grises. 

Lo que para unos es bueno, para otros no lo será. Es y será así. Pero hay que apostar por algo, y es mejor cerrar el 2024 y empezar 2025 viendo el vaso medio lleno.

Podría referirme a muchos asuntos que ocurren en el mundo, pero voy a hacerlo a los accidentes mortales de tráfico en Cataluña: 2024 fue el mejor año de la serie.

Y lo fue a pesar de que 136 compatriotas (tres menores entre ellos) perdieron la vida en el asfalto. Pero es que son 16 menos que en 2023, con una caída del 11%.

Once meses atrás, escribí que era imposible reducir a cero los siniestros mortales de tráfico. Y los malos datos de enero vaticinaban un año parecido al anterior, sobre 150 víctimas.

No ha sido así. El parque de vehículos no parece que se haya renovado demasiado –los elevados precios y la siempre delicada situación económica lo hacen inviable–, por lo que hay que reconocer el mayor cuidado de los ciudadanos al volante y sí, también una mejora de las señalizaciones en lugares conflictivos.

Aun así, hay mucho camino por recorrer. En toda Cataluña, pero, en especial, en comarcas como el Baix Llobregat, el Segrià, el Baix Camp y el Maresme, donde en los últimos 12 meses se han registrado nueve, nueve, ocho y siete siniestros mortales, respectivamente.

Y en vías como la C-25, con seis accidentes con muertos el pasado año, por los cinco de la AP-7, la C-31 y la N-II. Hay trabajo por delante.

Lo hay, y no solo para con los motoristas, el segundo colectivo con más víctimas, solo superado (y por poco) por los pasajeros de los turismos.

Sea como sea, la cifra solo se reducirá con vehículos más seguros, mejores infraestructuras y más educación. Sin olvidar que Cataluña es la segunda comunidad española con más accidentes mortales, solo superada por Andalucía.

¡Feliz 2025!