La guerra al coche en Barcelona es total. No solo se dificultan los accesos (menos carriles, más zonas peatonales, zonas de bajas emisiones), sino que cada vez es más complicado encontrar un aparcamiento en superficie.
La ciudad ha suprimido 100.000 plazas en 20 años, casi la mitad de las disponibles a principios de milenio. Hoy, según los datos del mismo ayuntamiento, hay poco más de 91.600: eran 193.000 en 2006.
El mayor descenso lo registran las plazas gratuitas. En 2017, los datos más antiguos que se pueden consultar, Barcelona tenía cerca de 52.000 aparcamientos libres, que aumentaron a 55.000 un año después. Hoy apenas son 12.000 (y otros 6.800 en solares).
Colau acabó con todos ellos mientras jugaba a pintar las calles de colores, peatonalizarlas y construir peligrosos carriles bici.
Sin embargo, las zonas azules también han disminuido, de 8.300 a 6.000; y el área verde exclusiva para residentes, de 3.500 a 3.000 huecos, aproximadamente. No así la zona verde preferente para vecinos, que ha subido de 39.000 a 58.500 plazas.
Y es que, si llegar en coche a Barcelona y circular por ella se ha convertido en una odisea, encontrar un aparcamiento al aire libre, también. Entre estaciones de bicicletas, paradas de taxi, contenedores, aparcamientos para motos, carga y descarga, carriles bici y bus, terrazas y plazas para personas con movilidad reducida… ¡es imposible aparcar en la calle!
Hay que hacerlo, casi por necesidad, en aparcamientos públicos (133.000 espacios) o privados (442.000 plazas). Esos sí que han aumentado su capacidad en los últimos años.
De todos modos, y aunque no son la causa del problema, llama poderosamente la atención el significativo aumento de plazas destinadas a conductores con movilidad reducida. En siete años, se han incrementado en 2.000 (hasta las 7.789 actuales, el 8,4% del total).
No quisiera ser mal pensado. Seguro que la mayoría utiliza esas plazas por necesidad, pero este considerable incremento es, por lo menos, digno de inspección. Hay tramos de calles en las que hay varias de estas plazas asignadas. ¿Quién no ha oído hablar de alguien que usa el permiso de su padre totalmente inválido o de un abuelo fallecido?
Es cierto. La población muestra signos de envejecimiento. El número de catalanes con discapacidad reconocida (de todo tipo) ha aumentado un 11% en cinco años, el mismo porcentaje en el que han aumentado estas plazas pintadas de amarillo.
¿Verdad que hay algo raro? Hace unos pocos años, se procedió a una revisión de licencias en Barcelona y, por primera vez, se redujo el número de estas plazas, hasta las 5.234, al detectar algunas irregularidades. Tal vez sea el momento de hacer otra limpieza.