Es posible que la única cosa predecible de la política catalana en los últimos meses haya sido la victoria de Salvador Illa en las elecciones autonómicas y que tomara el mando del Ejecutivo regional. Poco más.

La imprevisibilidad es aún lo que mejor define Cataluña. Años de procés, de populismo municipalista en Barcelona y de descomposición del pujolismo conservador han hecho de esta región un lugar en el que germinan las sorpresas.

Recuerden aquel empate entre las bases de la CUP para decidir si investían o no a Artur Mas presidente. Hubo ríos de tinta sobre aquel hecho, desde quienes lo consideraban una manipulación de las votaciones hasta quienes se dedicaron a hurgar en la probabilidad matemática de un resultado de aquellas características.

El resultado del congreso de ERC sobre quién debe pilotar la nueva etapa de la formación independentista entronca a la perfección con la rareza comentada. Oriol Junqueras quedó a poco más de un centenar de votos de mandar. Y, curioso, no los obtuvo. Deberá recuperarlos con alianzas de segunda vuelta y dentro de 15 días. Otra vez el sello de la rareza en la política catalana.

La primera consecuencia de lo acontecido el fin de semana es que peligran muchas cosas: desde el Gobierno de Pedro Sánchez a la continuidad de Salvador Illa. ERC es, en ambos casos, una muleta necesaria para los gobernantes socialistas. Los adversarios de Junqueras, sin embargo, no están por la labor de sostener a Sánchez e Illa en sus posiciones actuales.

Si los dos contrarios a Junqueras se aliaran y obtuvieran el mando en ERC saltarían por los aires los cimientos de la Moncloa sin necesidad alguna de que Juan Lobato prendiera fuego ni de que los jueces resuelvan sobre los familiares de Sánchez que viven bajo sospecha de comportamientos corruptos. Y que eso suceda al final en la Cataluña de las sorpresas no es ni improbable ni tan siquiera una locura.

De nuevo, lo que pasa en Barcelona marca con especial intensidad la política española. No tanto porque la delegación del PSC que acudió al congreso socialista del fin de semana fuera la más poderosa (¡tiempos pasados aquellos en los que Andalucía marcaba al PSOE!), sino por cómo la comunidad se ha convertido en un lugar en el que resulta imposible una sola certidumbre política con una duración superior a seis meses. Cataluña lleva años convirtiendo España en un país con una política de mera provisionalidad.