La tragedia de Valencia, con las administraciones tan despistadas como ineficientes, ha hecho resucitar en nuestras conciencias un tiempo de valores.
Solidaridad, en primer lugar, como muestran esas legiones de voluntarios que se han adherido a los primeros trabajos de limpieza y desescombro de las localidades afectadas por el embravecimiento de las aguas ("el pueblo salva al pueblo", bonito aforismo).
Compromiso, en segunda posición, de tantos ciudadanos de cualquier parte del país, dispuestos a mostrar respeto y colaborar en la medida de sus posibilidades con los afectados por el drama que la Naturaleza nos ha servido estos días.
Por fortuna quedan muchas personas que no han sucumbido todavía al frenético materialismo dominante. No son necesariamente religiosas o creyentes, los tiempos han permitido emerger valores paganos y principios éticos laicos que circulan por nuestra sociedad en comunión con preocupaciones generales como la pobreza, el cambio climático, la brecha digital y muchas otras de menor relumbrón.
Un banquero con valores
Es justo en ese marco en el que merece la pena inscribir la figura de un banquero que acumula décadas clamando en el capitalismo financiero de primer nivel a favor de valores como la responsabilidad y la justicia. Isidro Fainé Casas (Manresa, 1942), presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, ha pronunciado esta semana última un interesantísimo discurso en Roma. Ha sido con motivo de su reelección como presidente del Instituto Mundial de Cajas de Ahorros y Bancos Minoristas (WSBI por sus siglas en inglés).
Venía el banquero catalán de sortear un morlaco inmenso: el Gobierno español ha prorrogado un impuesto especial para la banca que se puso en marcha en un momento de incertidumbre económica motivada por la geopolítica europea y la salida del marasmo de la pandemia de Covid. Años después, con la economía estabilizada y saludable, el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha decidido proseguir con la carga fiscal especial para los bancos españoles. La Caixa, por la composición de su negocio, es el más afectado de todos ellos. En consecuencia, su obra social, también se resiente.
En la cocina de ese impuestazo ha tenido un papel activo Junts per Catalunya. El partido de Carles Puigdemont se cargó en el Congreso de los Diputados el mismo tributo referido a las empresas energéticas. La Repsol de Antoni Brufau y Josu Jon Imaz había advertido de que si continuaba deslocalizaría a otro país una inversión de 1.100 millones de euros prevista para modernizar el polígono petroquímico de Tarragona. Se llevaría unos 3.000 millones de inversión modernizadora fuera de España. Y ganó.
Acuerdo y foto con el Govern
Lo de la banca era otra cosa, Fainé y los suyos combatieron la quimera del procés y fueron taxativos con el desplazamiento de las sedes sociales en tiempos de inestabilidad. Los siete diputados de JxCat en Madrid han votado como su jefe de Waterloo ha deseado para que el sector siga escarmentando y prosiga el estigma de cuatreros que el populismo les asignó. Quizás Puigdemont no haya superado que quizá algún día un Fainé contrariado le hubiera espetado en la cara: "Joven, usted no es más catalán que yo…"
Antes de desplazarse a Roma, Fainé firmó el convenio de colaboración que cada año desde hace ya unos pocos suscriben la Generalitat y la Fundación La Caixa. Este año, el grupo de las torres negras aportará 250 millones de euros al Ejecutivo de Salvador Illa para la realización de programas sociales, un 20% por encima del ejercicio anterior. En esta ocasión sí hubo fotografía de la firma, con ambos presidentes. Es un detalle que sus antecesores independentistas evitaron para que sus hiperventilados seguidores no les vieran entregados a un poder económico contrario a sus anhelos secesionistas.
Como cualquier gran figura, Fainé es un directivo bancario poliédrico. Algunos de los que medraron a su alrededor han sido centrifugados en su ambición y poco o nada se sabe de sus andanzas. Otros, como José Ignacio Goirigolzarri, abandonarán la entidad con la mayor dignidad tras haber colaborado en una fase importante de su desarrollo.
En paralelo al capitalismo
Fainé decía en privado de Goiri que era "el mejor banquero de España" y no paró hasta tenerlo con él. Ahora, Caixabank, con Bankia bien absorbida, iniciará una nueva fase en enero próximo con un directivo, Tomás Muniesa, amamantado en sus ubres profesionales y que ejercerá una presidencia solo representativa. El mando seguirá en manos únicas del CEO, Gonzalo Gortázar.
Esa dimensión de molinillo de geniecillos impacientes ha cobrado protagonismo en los últimos años, pero no debería ensombrecer la que resulta más definitoria del financiero español más importante del siglo XXI: una preocupación casi enfermiza por los valores humanísticos.
En Roma volvió a hacer una demostración de que, pese a las ocupaciones domésticas, este veterano del sector se preocupa por liderar a sus pares para que avancen por una vía paralela al capitalismo más feroz e insensible. Lo dijo en la clausura del congreso mundial del WSBI, que cumple 100 años desde que este instituto financiero viera la luz.
"Nuestra visión es clara y ambiciosa –explicó–, aspiramos a un mundo donde la inclusión financiera sea una realidad para todos, y donde cada persona tenga acceso a los servicios bancarios que precisa para mejorar su calidad de vida (sea el lugar que sea)".
Recordó que los valores de este instituto financiero internacional (y en consecuencia de sus asociados) deben ser cuatro básicos: la empatía con el cliente; la integridad, "para ser justos y transparentes"; el afán innovador; y la mezcla justa de tradición y modernidad, con un respeto reverencial a las raíces de cada banco y a las de sus comunidades.
Un discurso inusual
El de Fainé no es un discurso usual. Apenas tiene que ver con los que desarrollan algunos magnates del siglo XXI, salvo que les une por la base una cierta preocupación filantrópica. Su visión del mundo de la empresa busca profundidad, misión: "La cultura empresarial no es algo que una empresa pueda poner y quitar a conveniencia; es lo que cada empresa atesora en lo más profundo de su naturaleza".
"Perseguir la inclusión financiera no es un ejercicio baldío –explicó ante un auditorio de representantes bancarios de todo el planeta–, sino todo lo contrario: nuestros clientes tienen muchas necesidades financieras y sociales, que nosotros podemos y debemos cubrir. (…) Si conseguimos atenderles bien, ellos nos lo agradecerán, y se abrirá ante nosotros un campo natural de actuación lleno de oportunidades de negocio para nuestras entidades”.
Habrá quien vea en las palabras del banquero catalán una traslación de sus profundas creencias al día a día de sector. Sea eso o algo mucho más prosaico y avanzado, la lección que pronunció en Roma el financiero debería ser troncal en las escuelas de negocios y lectura necesaria para toda una clase política que parece cada vez más alejada de sus representados, de sus necesidades y de los valores comunes que son la raíz de la auténtica creación de prosperidad y avance social.
Solo la buena banca salvará a la banca del lodazal del populismo, parafraseando el eslogan de los ejércitos de solidarios y comprometidos voluntarios valencianos.