Un mes y medio después de las elecciones catalanas, el Parlament abrirá sus puertas para un pleno que no será de investidura. “Acto equivalente”, performance de Junts para hacernos creer que Carles Puigdemont aún puede ser president o paripé a secas, con un único objetivo: que comience la cuenta atrás hacia la convocatoria automática de elecciones el próximo 26 de agosto.
Toca descongelar la política catalana después de que la campaña europea acabara con toda posibilidad de acercar posturas y sellar acuerdos para cumplir con el mandato de las urnas.
Lo desean la mayoría de partidos, menos ERC, que seguiría ensimismada en su guerra interna hasta el infinito y más allá para no hacer lo que toca: investir a Salvador Illa ante la pérdida de la mayoría parlamentaria independentista.
¡Árbitro, la hora!, vendrá a ser la voluntad convenientemente disimulada de los partidos durante el día de mañana bajo las liturgias parlamentarias y discursos de toma de posiciones por si, finalmente, se produce la repetición electoral.
Unos más que otros, la mayoría de dirigentes desea pasar página de una campaña electoral intensa en la que el territorio tuvo un cometido tan fundamental como las televisiones, la prensa y las redes.
En ERC hay de todo: quienes aprietan por una repetición electoral y quienes allanan el camino a un acuerdo con el PSC, pero sin quitar ojo al juego de la silla en el que viven inmersos los republicanos. Con Oriol Junqueras peligrando quedarse en pie frente a los dirigentes del Palau, que raudos y veloces piden "renovación" sin que nadie ose mancharse las manos, salvo la aún todopoderosa Marta Rovira.
El árbitro Rull ha concedido una prórroga de dos meses, que en política pueden ser tan fugaces como cinco minutos extra de partido, pero habrá que ver qué hace ERC con el tiempo que se le ha dado. Si la bandera de la financiación singular es suficiente para sobrevivir la travesía en el desierto de la oposición y que, de paso, Pere Aragonès deje el cargo con un buen sabor de boca, o si el cainismo y los complejos les llevan a dispararse en el pie con unas elecciones en octubre en las que Alejandro Fernández se eche unas risas a costa de superar al partido de los presos que vino a gobernar para la Catalunya sencera.
Hasta el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha hecho su parte para que ERC transite hacia ese territorio ya explorado durante la presidencia de Aragonès, el del entendimiento con socialistas y comunes ante un escenario de ruptura total con Junts. De no querer oír ni hablar de Illa a negociar un acuerdo. De cordones sanitarios a financiación singular.
El cambio de ciclo ya ha empezado y solo falta que ERC dé pasos hacia adelante sin desvíos hacia el suicidio.