A la familia Arqués le gusta el vino. Tanto es así, que tiene hasta una marca propia. A los Arqués, un todopoderoso linaje de Lleida dedicado a múltiples sectores económicos, pero siendo la construcción y obra civil su core business, les agrada presumir de que tienen un caldo personal. 

Lo saca a relucir en los ágapes de trabajo Joan Albert Arqués, consejero delegado de la constructora Benito Arnó e Hijos, y considerado el patriarca de la saga. Este veterano patrono fue "el hombre de referencia" en Lleida durante años. Basta echar un ojo el Registro Mercantil para hacerse una idea de la dimensión empresarial del directivo, un amante del golf. Y del vino, claro. 

El patrono está doblemente investigado en la causa matriz del caso 3%, que investiga el presunto pago de donaciones a CDC a cambio de obra pública en Cataluña. Y, ahora, en la trama de las ambulancias, en las que se quiere demostrar si hubo corrupción en el transporte de pacientes en la región. 

Lo factual es que Arqués lo fue todo. El empresario era la referencia empresarial en la provincia ignota --incluyendo gerente de la Cámara de Comercio--, y en un momento dado desembarcó en el transporte sanitario. Ningún reproche: otras constructoras, como Acciona o Isolux, también lo intentaron. Sin suerte, por cierto

Fortuna o no, lo que se debate ahora es si Joan Albert Arqués y Benito Arnó entraron en el traslado de enfermos de forma limpia. ¿Lograron desplazar a sus competidores por su oferta económica y técnica excelente? ¿O hubo maniobras, David Madí mediante, que permitieron al constructor ganar concesiones sanitarias de forma ilícita? Todo ello se está investigando en la Audiencia Nacional. 

Lo factual es que el servicio de Ambulancias Egara desde que desembarcó Arqués en 2015 ha sido pésimo. Acumula sanciones del CatSalut por valor de 400.000 euros, como explicó este medio. Nada que ver con la gestión anterior que había hecho de la firma la familia Simón. Esta estirpe levantó la empresa de Terrassa y Arqués la llevó a la uci. 

Y, quizá por ello, de operar tres lotes Ambulancias Egara tiene muy cuesta arriba hacerse con alguna externalización en el nuevo concurso de transporte sanitario. No por las investigaciones judiciales, en las que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Sino por su paupérrimo servicio rayano a la del fondo de inversión más agresivo en el que puedan pensar. 

Arqués quería engrosar la empresa y venderla. Entrar y desinvertir. Lo sabe todo el sector, porque Egara se ofreció al mejor postor al poco de concursar y ganar en 2015. Lo cual lleva a sospechar que el constructor que lo fue todo en Lleida, el amante del vino, no tenía interés alguno en llevar a pacientes, y en llevarlos bien. Con seguridad y garantizando su bienestar. Sus intereses eran otros. 

Y de eso deberían tomar nota las Administraciones públicas. Si una empresa quiere operar una externalización sanitaria debe hacerlo bien. Debe esmerarse, invertir y cuidar a su plantilla y flota. Entrar, reventar la empresa y salir podrá hacerlo con la mayor de las legitimidades, pero en tal caso quizá no es la mejor opción para llevarse un encargo pagado con dinero de todos los catalanes. 

El hombre al que le gusta el vino, el directivo que explicaba que su caldo salía de las piedras, debería replantearse alguna posición empresarial. Porque si su operativa sanitaria va a escándalo por mes, no habrá comida con tinto que arregle su reputación. Por mucho que el fermentado emane de las piedras.