La encuesta que ayer publicó Crónica Global sobre el paisaje político catalán resulta más interesante de lo habitual. Dos cuestiones traslucen: ERC no consigue pujolear suficiente desde el Gobierno de la Generalitat para reforzar su papel central de moderación nacionalista. Y, lo más sorprendente, Carles Puigdemont no es tan mal estratega electoral como sus estigmas inducen a pensar: vuelve a situar a su formación política por delante de las preferencias de votos de los nacionalistas catalanes después de meses de permanencia en segundo lugar.
La estrategia de la tensión de Junts per Catalunya vivida a propósito de la ley de amnistía le hace superar a los republicanos. Es más, las tres formaciones independentistas sumarían de nuevo suficientes diputados para gobernar si alcanzaran un acuerdo. Pero la aritmética arroja, también, otras combinatorias nuevas: el PSC aún es el preferido de los catalanes y su resultado le permitiría alcanzar mayorías absolutas de gobierno si pactase con Junts, pero también si lo hiciera con ERC. Podría decidir con quién gobernar ante la ausencia de un pacto independentista. Solo una complicada entente entre JxCat, ERC y la CUP alejaría a Salvador Illa de la presidencia de la Generalitat. Después de lo acontecido en las últimas décadas no es imposible la reedición de un ejecutivo soberanista ante un escenario sobrevenido de exaltación nacional. En cualquier caso, hoy se antoja más difícil por las diferencias ideológicas evidentes que han aflorado en los últimos tiempos entre los tres partidos secesionistas.
Hay otros elementos interesantes en la demoscopia que les ofrecemos. A saber: el PP se sitúa por delante de Vox como representante de la derecha catalana en el Parlament. Han sido meses en los que la formación conservadora de Alberto Núñez Feijóo ha permanecido relegada por detrás de los extremistas de Santiago Abascal e Ignacio Garriga. De caber en un taxi (los 3 actuales) a poder reunir 12 diputados, el PP recuperaría el pulso de antaño incluso con un líder, Alejandro Fernández, discutido. Y eso se produce en un contexto de viento a favor en Galicia y otro más local: Vox descendería de 12 a 11 escaños por la aparición de Aliança Catalana, el partido extremista y xenófobo de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, que aunque no ha expresado su intención de concurrir a las elecciones autonómicas ya asoma en la intención de voto de los electores con el 1,6% de probables sufragios.
El desplome de En Comú Podem también es significativo. Después de los fenómenos con gran eco en Cataluña de Pablo Iglesias y Ada Colau, la formación morada se hunde a la marginalidad de otro tiempo. El voto útil de izquierdas se queda en casa o se va al PSC. Con Colau fuera del Ayuntamiento de Barcelona y sin disponer de su aparato de propaganda, caminan hacia la insignificancia política con un raquítico 5% de intención de voto. Ciudadanos no levanta cabeza, no remonta, y la radiografía electoral les lleva a desaparecer de manera taxativa del territorio que les vio nacer como alternativa constitucionalista.
Illa sigue en el podio de preferencias de los catalanes. Sin embargo, la encuesta se llevó a cabo antes de que explotase el caso Koldo de corrupción en el PSOE. Se trata de un asunto que permitió enriquecer a propósito del Covid a un asesor del entonces ministro de Transportes José Luis Ábalos y que salpica de manera indirecta al socialista catalán que era titular del Ministerio de Sanidad y al ministro Ángel Víctor Torres, que en su condición de presidente canario de la época compró a dedo más mascarillas que nadie a través del entramado corrupto del citado personaje.
El líder socialista todavía no se ha pronunciado sobre el asunto, pero ya empieza a sentir el acoso de algún adversario político que exige explicaciones. De momento los dardos llegan del PP, pero en ERC están atentos para comprobar cómo resiste Illa el camino hasta la cita con las urnas. Los republicanos le consideran el principal adversario electoral y dicen contar con encuestas propias (trakings periódicos) que les mantienen por delante de los antiguos convergentes y un escenario que les permitirá mantenerse cuatro años más al frente del ejecutivo. Si la sequía les respeta esperan poder convocar elecciones con una cierta ventaja de partida, que el trabajo sociológico de Crónica Global no detecta.
Los socialistas se juegan en Cataluña el ser o no ser del momento político. Tanto Pedro Sánchez como Illa son conscientes de que los indultos y la amnistía son trágalas que tenían por objeto pacificar el secesionismo y alcanzar la gobernación de la Generalitat. Ambos logros son indispensables para justificar lo injustificable. Sin el éxito en Cataluña la legislatura de Sánchez se encoge peligrosamente y dificulta su continuidad. Hasta la fecha, los socialistas catalanes mantenían una cierta ventaja a la hora de reunir electorado que apuntalase sus intenciones. La resurrección de Puigdemont con la polémica de la amnistía no es una buena noticia para Illa y los suyos. De entrada, el independentismo, si así lo quisiera, podría mantenerse gobernando. Después, si no se pusieran de acuerdo por su diversidad y rencor reciente, sería Illa el que debería empezar el baile. Puigdemont no es un líder derrotado. Está más vivo que nunca. Sus siete diputados en Madrid le han dado una proyección y una fortaleza interna que le hacen subir en las encuestas y que silencia a los compañeros de su propia formación que abogan por una línea política más moderada y pragmática. El fugado vive entre el renacer del Ave Fénix y la larga vida del Gato Félix. Todo un personaje de la política reciente.