Aunque no se lo crean, todavía hay mucha gente en Cataluña y en el resto de España que considera que los que criticamos los atropellos de las Administraciones contra los catalanes castellanohablantes exageramos.

Sin embargo, la cantidad de ejemplos casi a diario que nos dan la razón es abrumadora.

Este mismo jueves se ha conocido uno de ellos. Y es sangrante.

Al parecer, un centro público de Sant Vicenç dels Horts (Barcelona), la escuela Joan Juncadella, tenía vetado el acceso de la profesora de Lengua castellana a las aulas si no era para impartir las clases de español.

La arrogancia de la dirección del centro era tal (evidentemente, animados por la impunidad en la que se acostumbran a mover), que incluso se atrevieron a plasmarlo por escrito sin ningún complejo.

Así, el proyecto lingüístico de la escuela indicaba que “para la incentivación del uso de la lengua [catalana], se siguen diversas estrategias que tienen como objetivo potenciar el uso del catalán dentro del aula: se establecen grupos reducidos para que todo el mundo pueda participar y utilizar la lengua, se intenta que la maestra de castellano no entre en el aula nada más que para hacer castellano y así evitar posibles interferencias”.

Vamos, que a la profesora de español ni se le ocurra entrar en las clases. Es más, se llama a la comunidad educativa a impedirle que cruce la puerta del aula.

Como si fuera una sucia perra que quiere entrar en el confortable hogar. ¡A la puta calle, chucho maloliente!

¿Se imaginan una instrucción en sentido contrario? ¿Se imaginan una orden tratando de impedir que la profesora de catalán entre en un aula en la que se utiliza el español?

Sorprende que no haya veto, en cambio, para la profesora de inglés, ni para la de árabe (lengua que también cultiva la escuela, según el proyecto lingüístico).

Por suerte, la AEB denunció esta vejación. Y cómo será la cosa, que hasta la Alta Inspección de Educación (sí, la institución dependiente del Gobierno que lleva décadas poniéndose de perfil ante la inmersión) ha instado a la escuela a eliminar el citado párrafo. Y así lo ha hecho el colegio.

Es evidente que el nacionalismo catalán sigue siendo el mismo monstruo de siempre cuya naturaleza le empuja a acosar insaciablemente a los catalanes castellanohablantes, y que solo cabe oponerse a él, de forma permanente y sin concesiones.

Como también incuestionable que jamás agradeceremos suficientemente la labor de la Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB) de los incombustibles Ana Losada y José Domingo, entre tantos otros.

En cualquier país normal, esta asociación recibiría el reconocimiento y el apoyo económico que se merece. Aquí, en cambio, es ninguneada por todas las Administraciones. También por las que no están en manos de los nacionalistas.