Semanas después de tomar la decisión pionera de dejar el móvil fuera de las aulas, la Generalitat de Cataluña ha demostrado que da palos de ciego en cómo aterriza la innovación tecnológica en la escuela. En esta ocasión, en cómo aborda la eclosión de la inteligencia artificial (IA).

El auge de esta tecnología es innegable. Ha superado ya esa fase en que todo son aplicaciones potenciales y es una realidad que cambia los sectores productivos cualificados. La educación es uno de ellos ya que, como empiezan a detectar los docentes, los alumnos más aventajados en su uso incluso entregan trabajos realizados con herramientas como el archifamoso ChatGPT o similares.

Se trata de la cara más amable de la innovación (las aulas también sufren por los deep fakes), pero también la que implica más trabajo para el profesorado. No pueden dar clases como hasta ahora, tienen que replantear incluso cómo preguntan las cosas en el aula. No sólo para sortear la IA, también para enseñar cómo se usa una herramienta que facilita el día a día y que estará muy presente en el futuro inmediato de las nuevas generaciones. Por lo que se debe insistir en su lado más positivo y no brindar una simple resistencia sin más.

Pero requerir esta responsabilidad a los docentes --que debería ser compartida por las familias, aunque esto es un debate a parte-- implica formación y, de nuevo, esta capacitación por parte de la Generalitat brilla por su ausencia.

Es verdad que, si se lee con atención, el documento de 20 páginas que el departamento de Educación ha remitido a los centros educativos es un simple compendio de recomendaciones. Da la impresión de que es más un movimiento con fines de márketing que una nueva instrucción para los centros. La fórmula con la que, por ejemplo, el Govern podrá vender que la escuela catalana se empieza a preocupar por la IA a pocos días del disparo de salida de una nueva edición del Mobile World Congress (MWC) de Barcelona donde, a buen seguro, se hablará de esta tecnología.

Pero el movimiento es patoso y ha incendiado de nuevo al profesorado, que estima que la Generalitat les traspasa otra patata caliente sin prepararlo. Esto ocurre cuando la escuela catalana aún no ha superado la crisis del último informe PISA, un suspenso mayúsculo tanto en el resultado como por la gestión del Ejecutivo al justificarlo.

El profesorado catalán pide una gestión con las luces largas y que la Generalitat tenga en cuenta que es su responsabilidad formar a los formadores. No es una novedad, estas demandas explican en gran medida las protestas que se llevaron por delante al exconsejero del ramo, Josep Gonzàlez Cambray. Pero ni el Govern ni el departamento de Educación parecen haber tomado nota de ello. Resuelven la capacitación de los docentes para hacer frente al maremoto de la IA en, literalmente, cuatro páginas y una infografía.