Los payeses catalanes consiguieron el pasado jueves lo que los CDR jamás pudieron, ni incendiando las calles ni asaltando el Parlament: que una protesta multitudinaria captara la atención de los principales dirigentes políticos y se prestaran a firmar documentos en favor de sus intereses, a excepción de PP y Vox.

Los tractores habían colapsado Barcelona y ya se sabe que hasta que los vecinos de la capital no ven en peligro sus horarios y comodidades, las demandas de los sectores sociales y económicos afectados por la crisis y por las políticas públicas de la Administración acostumbran a caer en saco roto. Vaya usted a protestar con su pancarta y, al final de la jornada, vuélvase por donde ha venido.

Pero los payeses están hechos de otra pasta y pedirles que volvieran a subirse al tractor para regresar a su granja hubiera sido una temeridad con las elecciones catalanas a menos de un año. Pere Aragonès, el president del que, a priori, no se esperaban muchas cosas, viene desactivando los conflictos con guante de seda y puño de hierro. Lo hemos visto con los profesores y, por ahora, con los agricultores. También parece que va a salir vivo de la gestión de emergencia de la sequía, gracias a la altura de miras de parte de la oposición, que no está dispuesta a hacer demasiada sangre en un tema tan sensible.

Tradicionalmente, los payeses se han inclinado por los partidos nacionalistas a la hora de ir a las urnas, pero el desgaste de ERC y Junts es grande y esto ha hecho saltar las alarmas de quienes temen una sangría de votos hacia la abstención o hacia opciones extremistas como Aliança Catalana, el partido de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols.

La ventana de oportunidad existe: PP y Vox no han sabido sacar provecho a la crisis del campo, quedando en tierra de nadie el pasado jueves al no firmar el documento con sus demandas junto al resto de partidos con representación parlamentaria. Sí es cierto que el margen de crecimiento entre este sector es escaso, pues la relación siempre ha sido de desconfianza y recelo por parte de los payeses. Mucho que perder y poco que ganar con la firma.

Aun así, la sequía extrema continúa, al igual que los elevados precios de las materias primas y la energía. Los payeses van a seguir cabreados durante mucho tiempo y, por tanto, esta crisis está lejos de haber terminado. Ningún partido, ni el president, deberían creerse ganadores. Y es que una cosa es sacar los tractores de las calles de Barcelona y otra muy distinta es convencer a los payeses de que, esta vez sí, van a contar en las decisiones gubernamentales. Un imposible. Como ponerle puertas al campo.