El próximo sábado 13 de enero, Junts per Catalunya celebrará un Consell Nacional que se prevé lleno de turbulencias. En el orden del día figura una reforma de los estatutos con la que el secretario general Jordi Turull y sus personas de confianza podrían verse reforzados ante el sector de Laura Borràs. Y es que la mujer que lo fue todo para los neoconvergentes -consellera, líder del partido en el Congreso, candidata a la Generalitat, Presidenta del Parlament y, actualmente, presidenta del partido-, ve cómo su estrella se apaga ante el giro de 180 grados que la formación ha puesto en marcha después de las elecciones generales del pasado mes de julio.

Que nadie se lleve a engaño: Junts sigue siendo una formación independentista y la gobernabilidad de España le trae sin cuidado, pero el partido está dispuesto a compartir mesa y mantel con Pedro Sánchez si con ello libera a Carles Puigdemont y parte de su clase dirigente del peso de la justicia. Más aún, cuando recorrer el camino del pragmatismo puede implicar regresar a posiciones de poder y recuperar músculo institucional, dinero y asesores. Lo estamos viendo con la negociación Jaume Collboni- Xavier Trias en Barcelona, con un partido que arde en deseos de aposentarse en tenencias de alcaldía y gestionar la joya de la corona que representa la Ciudad Condal.

Un acuerdo en Barcelona es el faro para todos aquellos pragmáticos que anhelan que la cultura del pacto y del acuerdo sea la que, finalmente, se imponga en la formación, pero hay otros destellos de luz en el horizonte catalán.

En las últimas semanas, la conjura de alcaldes del Maresme mira con escalofríos a Ripoll, donde la alcaldesa Sílvia Orriols marca perfil con un discurso ultra contra inmigrantes y delincuentes reincidentes. Su deseo más íntimo: presentarse a las elecciones catalanas de finales de año o principios de 2025 y romper el tablero político con su Aliança Catalana. Nadie en Junts se plantea defender posicionamientos racistas, pero la música sobre expulsar delincuentes reincidentes ha encontrado oídos entre dirigentes de confianza de Turull que quieren evitar un nuevo competidor indepe en el lado derecho.

Así, la nave neoconvergente busca un puerto donde soltar el ancla ideológica, entre Ripoll y Barcelona. Siempre evitando los cañonazos de Laura Borràs y Puigdemont, el capitán que fue y quiere volver a ser.