Solo en Cataluña, Mossos d’Esquadra registra, cada año, alrededor de 570.000 hechos delictivos. De ellos, el 9,8% se refiere a hechos contra las personas, mientras el 88,6% responde a hechos contra el patrimonio. Es imposible contarlos todos en los medios de comunicación. Solo salen a la luz los más relevantes, los más llamativos. Los demás los sufren en silencio las víctimas de esta delincuencia que campa a sus anchas, por más que la policía se emplee a fondo. Está claro que algo falla en el sistema. Demasiada impunidad.
Un ejemplo de ello son los robos en ciertos parkings de Barcelona. De vez en cuando aparece alguna información acerca del abultado número de hurtos en los aparcamientos, posiblemente de bandas organizadas, que ya ni siquiera esperan a encontrar algún botín a la vista; ahora revientan el cristal a ciegas… y a ver si hay suerte.
De estos hechos los hay casi a diario, según me cuenta el trabajador de uno de esos lugares de descanso de los vehículos, que deberían ser más seguros que la misma calle. “Dos o tres por semana”, expone, aunque apenas trasciende. Los cacos se llevan de todo, hasta ropa sudada, aunque lo más preciado por ellos es la tecnología.
Pero no solo los parkings sufren a los delincuentes. También ciertas tiendas. En algunas conocidas cadenas deportivas venden el calzado desparejado; solo si el cliente pide probarse los dos pies el empleado saca la otra mitad del lote. Y, lo que es más: si el consumidor accede a comprar el par, el vendedor le lleva una de las dos zapatillas a la caja, para que no haya ni el más mínimo riesgo de huida sin pagar. La trabajadora en este caso asiente preguntada por si es porque se producen muchos robos. Tampoco trascienden.
Hace dos días, me llega también, se produjo un robo en una farmacia de Barcelona; el farmacéutico corrió tras el ladrón, aunque no se sabe si lo cazó. Y así podríamos seguir, impotentes, con tantos y tantos casos que se suceden. Aunque en cierto modo es mejor no saber, porque no saldríamos de casa...
Los delitos no son una anécdota, son el pan de cada día. Y por decenas, incluso miles, por jornada. Por lo general son cuestiones menores, pero sumadas hacen una buena montaña. No importa. Estos delincuentes, a menudo multirreincidentes, salen a la calle otra vez. La ley no está hecha para ellos. Ni tampoco para ciertos políticos. La ley, de hecho, está pensada para la gente de bien, para que nadie se pase un pelo, que ya están otros para eso.
Y luego váyase a denunciar: horas de espera para poder hablar con el policía, o hasta la necesidad de pedir cita. Faltan recursos y falta mucha mano dura. Pero los malhechores protegen a los malhechores. Nada nuevo bajo el sol.
Mientras todo esto pasa (y mientras nuestros niños crecen cada vez más ignorantes, y se castiga a los gimnasios con cortes de agua por la nula gestión pública de la sequía), el monigote Aragonès se dedica a pedir el referéndum desde el Financial Times. Cuestión de prioridades. ¡Hasta Bildu le ha dicho que levante el pie del acelerador! Bildu, ese partido moderado...