La culpa siempre es de terceros (como bien sabemos en Cataluña), en este caso de los críos inmigrantes. Y también de la pandemia. Pero sobre todo de los nouvinguts, que vienen de la selva sin haber leído ni siquiera un cuento en su vida, y ya no digamos lo de sumar. Con razón nos hundimos en el informe PISA del 2022. ¿Quién los ha dejado entrar?

Bien, el Govern no ha usado estas palabras exactas –ya es lo que faltaba– para argumentar el pésimo lugar que ocupa Cataluña en el estudio de la OCDE sobre el ámbito educativo, pero, de nuevo, las explicaciones de Educación destilan xenofobia a raudales. El simple hecho de relacionar el bajón del expediente con la “sobrerrepresentación” del alumnado inmigrante en la muestra lo dice todo. Y es que los socios del Gobierno progresista –con los que Sánchez ha hecho pactos imposibles para vetar a la otra extrema derecha– son de los que ven la astilla en el ojo ajeno.

La realidad es que los niños y adolescentes españoles son cada vez más borregos, pero nos consolamos porque, comparados con el resto de los países OCDE, en España estamos en la media de atontamiento. Encima tendremos que sentirnos orgullosos. Pero es que en este informe destaca que los alumnos catalanes están bastante por debajo de sus conciudadanos, en especial en el rendimiento de matemáticas, lectura y ciencias. Es decir: cada vez les cuesta más leer, razonar, comprender.

Cataluña, según el informe PISA, es una de las comunidades que más retroceden en matemáticas y está a la cola en rendimiento de lectura –la que más cae de todas–. ¿Casualidad? No. Seguro que hay varios factores que nos han llevado hasta aquí, como el excesivo (mal) uso de las pantallas y el impacto de la pandemia, con el cierre temporal de escuelas (aunque es en casa donde debe comenzar la educación y la formación de la mente crítica).

Lo que casi nadie cuestiona es el nefasto sistema educativo, ideado para crear a personas cada vez más manipulables. Y claro que la inmersión lingüística tiene su impacto para mal. La obsesión y la imposición nunca conducen al bien común, al contrario. Tratar que los recién llegados hablen catalán a la fuerza conduce a la desmotivación por el estudio. Todo suma (o resta). Pero no es porque los inmigrantes sean unos analfabetos, como sugieren las declaraciones de Educación.

Y es que el Govern se escuda en otros datos para construir su relato xenófobo, como que los centros públicos (aquellos en los que estudian la mayoría de nouvinguts) presentan un peor rendimiento que los privados. Por lo tanto, ¿son más mentecatos los niños de ahora que los de antaño? Es evidente que esa explicación carece de toda lógica. En cambio, si el sistema fuera eficiente y bueno, no importaría ni el lugar de procedencia ni la clase social de los chavales a la hora de aprender y absorber conocimientos, aunque cada uno tenga sus propios intereses.

Ojo, que el expediente académico no lo es todo en el informe PISA, donde Cataluña aparece también en un lugar destacado en otra sección. Es una de las comunidades autónomas con mayor acoso escolar (8,6%), dos puntos por encima de la media nacional (6,5%). Seguro que también es cosa de los salvajes de los inmigrantes, y nada tiene que ver la pérdida de valores en general y el acceso a contenido inapropiado a tan corta edad.

Pero, oigan, qué más dará saber leer o sumar, si se puede ascender a lo más alto sin estudios ni valores, solo con simpatía y mucha servidumbre. Si no, que se lo pregunten a Miquel Iceta.