Faltan dos días para que Pedro Sánchez vuelva a ser presidente contra todo pronóstico, después de que el mapa se tiñera de azul en las pasadas elecciones municipales y autonómicas en casi todas las comunidades de España. Precisamente, si el rojo socialista resistió con fuerza en un territorio fue en Cataluña, donde el PSC obtuvo unos resultados históricos tras haber sido decisivo en la política de diálogo del presidente de los últimos años.
A estas alturas, en público y, sobre todo, en privado, pocos políticos catalanes no admiten que el deshielo entre el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat ha sido un bálsamo para la convivencia de la sociedad catalana. Concretamente, medidas de gracia tan cuestionadas en su momento como los indultos o la reforma del Código Penal se han demostrado perfectamente eficaces para acabar con la inflamación identitaria independentista y el discurso de los mártires que ha servido de combustible para el procés durante la última década.
Poco a poco, el procés se ha convertido en una etapa agonizante que se ha saldado con la ruptura de la unidad ERC-Junts-CUP y un Govern en minoría que malvive gracias al oxígeno parlamentario que el PSC y los comunes le brindan esperando el asalto final al poder. Durante la presente legislatura, Cataluña asiste a una etapa anodina y de puro autonomismo que convierte la consulta de Artur Mas, la DUI de Carles Puigdemont o la desobediencia de Quim Torra en un recuerdo en blanco y negro al que los catalanes no tienen ningún deseo en regresar.
Sí que muestran cierta añoranza de la épica del procés los extremos de la política, con Vox llamando a la huelga general y los indepes pata negra como Clara Ponsatí rebotados por el aterrizaje de Junts en la política de pactos y, no nos engañemos, en la gobernabilidad de España.
No cabe duda de que la amnistía tiene implicaciones políticas y sociales más profundas que los indultos. Lo estamos viendo estos días con manifestaciones multitudinarias, violencia callejera de la ultraderecha y una parte del poder judicial descontenta con la nueva medida de gracia. Pero tampoco cabe duda de que, con la amnistía, asistimos al epílogo del procés, cuyas últimas páginas narrarán el perdón y, sobre todo, el olvido para los mártires.
En poco más de un año se abrirán las urnas en Cataluña, y veremos cuántos catalanes olvidaron... la papeleta indepe.