La Diputación de Barcelona ha cerrado la renovación de una temporada del espacio The Weekly Mag de Marcela Topor, esposa del expresident huido Carles Puigdemont, en la Xarxa de Comunicació Local (XAL). Por medio de este espacio de nula audiencia y un más que mejorable inglés, la periodista se asegura ingresos cercanos a los 6.000 euros al mes, avanzó El Triangle.
Es uno de los círculos de lo que podría entenderse como Girona SA, o la iteración de la ciudad-bastión del independentismo como sede de business de mejorable transparencia, por cuanto carente de espíritu emprendedor y demasiado cercano a lo público. El caso más preocupante, bajo mi juicio, es el de Clínica Girona, el flamante hospital concertado de la capital provincial del que no todo ha sido contado.
Lo más novedoso es que este complejo médico de 26.000 metros cuadrados se encamina hacia la ilegalidad. Un juzgado de primera instancia ha anulado la reparcelación urbanística previa que impulsó un Ayuntamiento de Girona que gobernaba, en aquel momento, un tal Carles Puigdemont.
Ello deja el centro sanitario no a los pies de los caballos, sino sometido al dictamen del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Si la segunda instancia derriba el planeamiento derivado del cambio de usos irregular, la ciudad sanitaria pivotará hacia la ilegalidad. Se inauguró en abril de 2022.
Lo relevante de este hospital es que era el de Puigdemont. No solo el prófugo acudía allí a tratarse, sino que contaba con amigos entre el cuadro médico, hasta el punto de que fichó a uno de ellos, el oftalmólogo jefe de servicio Emili Ayats, para que entrara en política en las listas de Junts en 2017.
Antes, claro, Puigdemont como alcalde y su equipo habían aprobado el plan urbanístico --potencialmente ilegal-- de la Clínica Girona, no fuera caso. Con ello, le permitió a su Clínica pasar de unas discretas oficinas a establecerse con todo lujo en una parcela en la carretera de Barcelona. El fugado defendió el traslado a capa y espada, jamás precisando si incurría en conflicto de interés.
En aquel debate no se dijo en aquella época que Clínica Girona se beneficia de un escandaloso concierto con el Servicio Catalán de Salud (CatSalut) cuya última versión disponible firmó el exdirector del CatSalut y señor de las ambulancias catalanas Josep Maria Padrosa en 2012.
Con arreglo a ese concierto, la Clínica se beneficia de derivaciones de cirugía mayor ambulatoria (CMA)y de complejidad media muy rentables, como la cirugías de cataratas. No es un asunto de colaboración público-privada cualquiera y banal. Cabe recordar que el director del área de Oftalmología, el malogrado Ayats amigo de Puigdemont, era también el jefe de servicio de esta unidad en el segundo hospital público de la provincia: el IAS o Santa Caterina.
Durante un tiempo también lo fue del Hospital Josep Trueta, el público de referencia del territorio, y no lo recuerdan con cariño.
Porque casualidad o no, durante esa época y la posterior, la Clínica Girona de Ayats se benefició de derivaciones de oftalmo del Trueta y el IAS, mientras los médicos adjuntos de urgencias se quedaban sin slots para operar. En la pública se creó lista de espera más o menos deliberada y ello, claro, sirvió al hospital de Puigdemont para engrosar su negocio. En los últimos diez años jamás ha bajado de la barrera de los 30 millones de facturación. Ha ganado 24,5 millones en la misma década.
Y eso que apenas un simple informe de la Sindicatura de Cuentas de 2020 [este] reveló que Clínica Girona no solo recibía encargos externos del IAS, algo normal en sanidad, sino que en al menos un caso, personal de la propia clínica estaba en el hospital como laborales, incurriendo en incompatibilidad, y vigilaban el contrato. El escándalo era tal que el IAS tuvo que rescindir la externalización. Tardó cinco meses en hacerlo, 150 días más de facturación extra en ilegalidad flagrante.
Cuando Cuentas metió una pizca el hocico en la epidermis del negocio de la oftalmología, descubrió, de arranque, falsos autónomos. El adjudicatario es el Instituto que pilota Enric Ayats, hijo de Emili Ayats.
Son dos someros ejemplos de Girona SA, de la ciudad carlista y ahora indepe tornada capital de los negocios a base de concomitancia con lo público. Un faceta empresarial mecida por la callosa mano de Jami Matamala y que se expresaba en el suquet de Puigdemont, unas discretas cenas que mantenía el huido con empresarios cuando era primer edil.