La Copa América de vela cobra cuerpo en Barcelona. Si los ciudadanos notaban la presencia del trofeo internacional más antiguo del mundo por las bases de los seis equipos y las banderas de sus países, a partir de ahora los vecinos de la Ciudad Condal notaremos que algo pasará en verano de 2024 porque abre un flamante centro de divulgación para explicarlo.
Se trata de una de las inversiones que lleva aparejadas la celebración de la Auld Mug en la capital catalana el próximo verano. Y que son numerosas. En la sede de la Autoridad Portuaria, sí, pero también en Ports de la Generalitat --y el Ayuntamiento de Barcelona, que tiene cedida la gestión del Puerto Olímpico-- esperan la carrera de regatas como agua de mayo. Por lo pronto, se están acelerando obras pendientes y acometiendo nuevos trabajos que maquillen una ciudad portuaria que necesitaba actualizar parte de su infraestructura.
El gran reto de las distintas intervenciones en el litoral de Barcelona es que pasen con nota el análisis coste-beneficio. Que pasada la Copa América tras el verano de 2024, quede legado para la ciudad. Que el poso económico del trofeo deje huella en una capital catalana que ha perdido comba en los últimos años por varios motivos.
Se trata de un reto de primer nivel, y no es algo frente a lo que Barcelona pelee sola. Es un debate que sobrevuela cada celebración de los Juegos Olímpicos en un destino concreto: conseguir que el impacto temporal permee y quede imbricado en el tejido productivo.
Para ello, claro, cabe contar con el entusiasmo de los organizadores, pero también con la coordinación entre administraciones --algo que no ha pasado en todos los campos-- y con ideas nuevas que galvanicen el fenómeno conocido como trickle down económico.
Es una obviedad decir que la Copa no es un deporte para todos. No lo es. Pero también es razonable plantear que su impacto en los deportes náuticos de gran tradición en Barcelona, como la vela, pueden perdurar si se hacen las cosas bien. O que las infraestructuras que acelere beneficiarán a la ciudadanía en su conjunto. Como dice a menudo uno de los líderes vecinales de la Barceloneta, ya que se celebra, saquemos lo que podamos para el barrio.
Repartir el beneficio y trabajar para el legado es algo que atañe a organizadores e instituciones implicadas. Por lo pronto, la Copa ya se podrá tocar en Barcelona a partir de hoy. Esperemos que continúe siendo así en los años venideros, y no sea flor de un día.