El Govern de Aragonès ha presumido desde el primer día, entre muchas otras cosas, de ser feminista. El mismo president ha pronunciado en alguna ocasión que uno de sus objetivos era “erradicar todas las formas de desigualdad, discriminación y violencia hacia las mujeres”. Pues bien, él y todo el Consell Executiu han discriminado a las jugadoras de la selección por el simple hecho de representar a España. Ni una felicitación por el éxito de conquistar el Mundial. Ni una mención ni siquiera a las futbolistas catalanas, si lo que quieren es hacerse los duros y ofendiditos con el país vecino. Es lamentable.
Recordemos que la Generalitat cuenta con una consejería de Igualdad y Feminismos, comandada por Tània Verge, que no se atrevió a abrir la boca ante un acontecimiento ya no muy positivo para el deporte español, en el que se incluye el catalán, sino para la mujer. Tampoco la consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, dijo nada, aunque hace un par de semanas se dedicó a promocionar una exposición sobre el deporte femenino. Cuánta hipocresía. Solo Anna Simó (Educación) retuiteó algunos mensajes del Barça en los que se felicitaba a las nueve azulgranas campeonas del mundo. Eso es todo.
Ahora bien, el Govern no ha dudado en saltar como un resorte para criticar el beso en la boca del presidente de la federación, Luis Rubiales, a la jugadora Jenni Hermoso durante la entrega de medallas. La imagen ha dado la vuelta al mundo. Hay quien la defiende y hay muchos que la critican. Da igual lo que digan los dos protagonistas de la escena, el supuesto agresor y la supuesta víctima, que es quien debe denunciar si considera que se ha abusado de ella. Si es así, lo tiene fácil. Hay imágenes. Aunque tampoco es justo que ahora se ponga el foco sobre ella, con esa suerte de presión popular para que demande a su jefe quiera o no hacerlo, haya delito o no. Solo ella sabe la relación que mantiene con él y si debe poner el caso en manos de la justicia. Que nadie decida por Hermoso, que si de algo va sobrada es de personalidad. Lo que está claro es que Rubi ya será siempre el mayor representante de lo peor de la sociedad, lo más machista, pues, para más inri, hizo lo que hizo en un evento y un acontecimiento histórico que debe destacar por la igualdad. Sus supuestas disculpas solo empeoran la situación y hacen más grande la bola.
Es una lástima que, tras la euforia, tras la que han liado las chicas con ese triunfo, se hable más de la escena de marras que de lo que supone esto para el deporte español, para el femenino y para muchas niñas que se pueden ver reflejadas en sus ídolos. Pero es más repulsivo, si cabe, el uso que se hace del beso desde ciertos sectores para evitar hablar del éxito español, para ensuciarlo incluso. El Govern, que calló ante la consecución de la estrella, sí se pronuncia ahora sobre Rubiales. Verge dice que ese pico robado es la “imagen gráfica de la cultura de la violación”. La Generalitat, por si fuera poco, pide la dimisión del presidente de la federación. Pero no se da cuenta de que el feminismo es tanto poner el foco en actitudes como la de Rubi como felicitar a las campeonas. Aunque ya se sabe, lo primero es la independencia, y la independencia no es precisamente un canto a la igualdad.