La natalidad ha vuelto a caer en Cataluña. A lo largo de 2022 nacieron en el territorio 56.316 bebés, el 2,3% menos que el año anterior. Y, de nuevo, son las mujeres con nacionalidad española las que apuestan cada vez menos por la maternidad. Tienen de media 1,17 hijos, un dato de fecundidad aún más bajo que antes de la pandemia, y la edad media para dar a luz por primera vez es de 32,6 años.
Las cifras que ha puesto sobre la mesa esta semana el Idescat confirman que, por enésimo ejercicio, sin la natalidad de la población inmigrante la tasa de reposición del territorio sería un drama aún mayor. Los nacimientos entre la población extranjera tampoco son para tirar cohetes. Tienen 1,39 hijos por mujer de media y ellas se convierten en madre 2,4 años antes que las nacidas aquí.
Las causas que provocan esta realidad son conocidas. Desde la precariedad laboral en la que vive la generación que ahora está en edad de procrear, la que se incorporó en el mercado laboral sobre la doble crisis del fin de la burbuja inmobiliaria, a la falta de políticas de verdadera conciliación en el país. Pero a la hora de abordar uno de los principales problemas en todas las sociedades modernas, las soluciones que se ponen sobre la mesa van de lo inútil a lo naif.
De entrada, persiste el discurso en el que se culpabiliza a la mujer de forma más o menos abierta de decidir que hay vida más allá de la crianza y que ser madre es una opción, no una obligación. Hay suficientes ejemplos en el mundo que muestran los retrocesos en este sentido, incluso se han recuperado normas para impedir la libre anticoncepción o el aborto. La presión sigue siendo una exclusiva femenina, y suele coincidir la defensa de este tipo de políticas con discursos racistas sobre la inmigración.
Tampoco se ha avanzado hacia políticas que faciliten de forma clara la maternidad en la última legislatura, donde sí se hizo bandera de fomentar políticas para facilitar la conciliación. Ni siquiera se consiguió dar forma a un permiso para el cuidado de los menores enfermos, una necesidad que durante la pandemia quedó clara. El diseño era complejo, pero la solución ha sido pobre. En cuanto a otras políticas como los incentivos fiscales que sí se dan en otras zonas europeas, el debate ni siquiera se ha abierto.
En Cataluña, igual que en el resto de España, faltan niños. Faltan tantos niños como propuestas claras y decididas para incentivar de una vez por todas la maternidad y evitar que, tener hijos, sea un privilegio.