Es cierto. En ocasiones, Cataluña y el resto de España parecen vivir en realidades paralelas. Y la jornada electoral es uno de esos momentos. Pasadas ya 48 horas de la frenética noche del 23J y tras analizar posibles alianzas y señalar quiénes fueron los vencedores y los vencidos, también es el momento de la pausa, de la reflexión, y de poner el foco en los verdaderos perdedores de estos comicios, en los que nadie repara: los ciudadanos huérfanos de un representante en condiciones. Pero, como comento, Cataluña va por un lado y el resto del país, por el otro.

En el conjunto de España, la participación subió más de cuatro puntos con respecto al 2019, hasta situarse en el 70,40%. Pues bien, en Cataluña cayó casi cuatro puntos y se quedó en el 65,42%. Eso significa que la abstención (34,57%) en la comunidad autónoma fue la más alta desde las elecciones generales del 2011. Sintomático.

Veamos qué ocurrió con los votos en blanco, que vienen a significar que al elector lo mismo le da quién gobierne, que para él todos son igual de malos (porque si hubiera alguno bueno lo elegiría a él), y deja en manos de la mayoría esa decisión. En el conjunto de España, este 23J ha bajado 0,08 puntos y no ha alcanzado las 200.000 papeletas (0,81%) que si rebasó en 2019. Por el contrario, en Cataluña ha aumentado el 0,13%, hasta situarse en el 0,82%. Mucho menos de los que se emitieron el 28M, pero no deja de ser llamativo este contraste.

Por último, aunque no menos importante, hay que ver lo ocurrido con el voto nulo, que es el del descontento más absoluto, el del votante indignado y huérfano de representantes. En España ha crecido el 0,04% con respecto al 2019, hasta las 261.000 papeletas (1,05%), pero es que en Cataluña se ha disparado el 0,37%, hasta significar el 0,90% de los sobres depositados en las urnas. ¿Por qué nadie les presta atención? ¿Por qué no aparecen en los gráficos si suponen, por ejemplo, los mismos votos que obtuvo el PDECat? ¿Y por qué se está produciendo esta revolución del voto nulo? 

En cualquier caso, tras los datos del 28M, que fueron mucho más abultados en este sentido, se podía esperar una reacción similar este 23J, pero no ha sido tan contundente. Y eso que los políticos mienten más que hablan y, en el caso catalán, si hablamos de los grandes partidos, han resuelto pocos de los problemas añadidos que hay en esta comunidad, por no decir ninguno.