Si Cristóbal Montoro pasa a la historia será como autor de una polémica amnistía fiscal y, sobre todo, como el único ministro de Hacienda que usó datos de la inspección para amenazar en el púlpito del Congreso a los actores –los izquierdistas, claro-- y diputados –también de la izquierda-- que eludían el pago de impuestos.
Parece que Pedro Sánchez no quiere hacer una tontería semejante y evita referirse a los contenciosos tributarios del presidente de Ferrovial, que tiempo atrás tuvo que ponerse al día pagando los 200 millones de euros que había optimizado gracias a sus sociedades personales radicadas en Holanda.
Las alusiones del presidente del Gobierno al constructor con las que apunta, pero no dispara, han permitido a algunos medios y al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, afirmar que se trata de ataques personales. Más bien es una reacción airada al torpe argumentario inicial de la concesionaria, cuando habló del “marco jurídico estable” de los Países Bajos y a la inmejorable calificación triple AAA de su deuda pública como las razones fundamentales para el traslado de la sede corporativa desde Madrid.
En la Unión Europea, las empresas tienen libertad total de movimientos, pueden elegir desde donde operar y aprovechar así los beneficios de la inexistente armonización fiscal. Solo tienen que cumplir una condición: que el cambio sea real, no solo un decorado.
Ferrovial tiene 70 años de existencia y cuenta con buenos profesionales en su estructura interna y también en su entorno. Rafael del Pino Calvo-Sotelo se ha rodeado siempre de talento de todos los colores, también del rosado de los socialistas liberales de primera hora como Óscar Fanjul, que desde hace siete años es miembro del consejo de Ferrovial, o de Amadeu Petitbó, que dirigió la fundación familiar.
Enmascarar una operación puramente tributaria puede ser demasiado grosero y provocar la reacción del Gobierno, de cualquier Gobierno. Si cambiar la sede resulta aconsejable porque el 82% del negocio es internacional, lo lógico sería que se hubiera elegido Nueva York o Toronto, que concentran el 36% de su facturación; o Londres, su segundo mercado. Cotizar en Wall Street tampoco exige el traslado a Ámsterdam.
La historia tributaria de Ferrovial da para una asignatura completa en una escuela de negocios. Desde no pagar el impuesto de sociedades en España en numerosos ejercicios fiscales pese a obtener beneficios a financiar a CDC a través de donaciones ficticias al Palau de la Música, pasando por los expedientes del Tribunal de Cuentas por inventarse sobrecostes en la gestión del servicio del 061 en Cataluña. Además del historial de su presidente y principal accionista, la tercera fortuna de España.
Inventarse lo de la inseguridad jurídica es un insulto, no solo para el Gobierno central, sino para todas las Administraciones públicas que contratan a los Del Pino desde hace decenios. Y también para los contribuyentes.