La armonización fiscal de Yellen choca contra Europa y España
Los expertos expresan sus dudas sobre la conveniencia de bajar el impuesto de Sociedades, pero admiten que la tributación debe adaptarse ante la nueva situación mundial
12 abril, 2021 00:00El impuesto de Sociedades que pagan las grandes multinacionales, o los bajos porcentajes por los que acaban tributando, supone pérdidas importantes para los países. ¿Pero cómo armonizar un impuesto que es una herramienta para Estados como Irlanda, dentro de la Unión Europea? La propuesta de Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, para conseguirlo ha generado esperanzas, aunque también ha provocado un gran escepticismo en el conjunto de Europa y en España. Valentí Pich, en el caso de España, lo tiene claro, al sugerir que es mejor “no entrar en experimentos”, mientras que para el economista Carlos Sebastian supone una medida “necesaria”, siempre que exista el liderazgo de “una Yellen europea”.
Gabriel Zucman, catedrático de Economía y políticas públicas en la Universidad de California, señaló en su libro La riqueza oculta de las naciones cómo, dentro de la Unión Europea, la laxa política impositiva de Luxemburgo supone unas pérdidas millonarias a países como Francia, con empresas y particulares que entran y salen constantemente del país vecino. Ahora ha constatado, junto con Emmanuel Saez, catedrático de Economía y director del Centro para el Crecimiento Equitativo de la Universidad de California, todo ese entramado de Sociedades que permiten a las grandes corporaciones pagar muchos menos impuestos; y, en concreto, por el impuesto de Sociedades.
Lo exponen los dos en el trabajo El triunfo de la injusticia (Taurus), con una carga de profundidad que alude al poder político: “No hay nada en la globalización que requiera la desaparición del impuesto sobre Sociedades. La decisión está en nuestras manos. La carrera hacia el abismo que hoy en día hace estragos la hemos elegido de forma colectiva, tal vez no con una conciencia plena o explícita, y desde luego no como una resolución que se haya debatido de modo transparente y democrático, pero se trata de una decisión, al fin y al cabo. Podríamos haber elegido impedir que las multinacionales registrasen sus beneficios en lugares con baja presión fiscal, pero les hemos permitido hacerlo. Podemos tomar otras decisiones a partir de hoy mismo”. ¿Pero quién lo consigue?
España, anclada en el 25%
Estados Unidos, con el nuevo presidente Joe Biden al frente y la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, expresidenta de la Reserva Federal, necesita más ingresos ante el plan fiscal expansivo que ha puesto sobre la mesa para asegurar la recuperación económica. La previsión es inyectar hasta 1,9 billones de dólares, además de otro plan para infraestructuras de 2,3 billones de dólares. Y para ello cuenta con ingresar unos 2,5 billones de dólares en los próximos 15 años.
El objetivo es marcar un mínimo en el impuesto de Sociedades y que lo defienda el G-20, a partir del impulso norteamericano. En el caso de Estados Unidos el impuesto de Sociedades se sitúa en el 21%. Y, aunque la pretensión sería llevarlo hasta el 28%, lo que se podría consensuar es establecerlo en el 25%, justo donde ya está España.
Cómo se consigue un acuerdo internacional
Por ello, Valentí Pich, presidente del Consejo General de Economistas de España, insiste en “no hacer experimentos” y que, en todo caso, España camine con el resto de países europeos, sin liderar ninguna iniciativa. El parón económico provocado por la pandemia, la necesidad de impulsar de nuevo la economía, y el temor a que se reproduzcan en los próximos meses concursos de acreedores no invita a plantear, a su juicio, una subida del impuesto de Sociedades. En todo caso, Pich defiende que haya una "adaptación" a los nuevos tiempos, que sea producto del consenso, y que se debería afrontar fundamentalmente "porque las empresas tecnológicas han roto todos los equilibrios previos".
Pero la situación es muy distinta en el conjunto de la Unión Europea. Como recuerda el economista Raymond Torres, director de coyuntura y análisis internacional de Funcas, “la propuesta no es realista sin un amplio acuerdo internacional. Los países de la OCDE han tardado años en generar un acuerdo en torno a algunas prácticas fiscales desleales –como el Base Erosion Profit Shifting—y, tras, un largo periodo de negociaciones, todavía no han alcanzado un acuerdo sobre el impuesto digital, en parte por las resistencias de la administración Trump”.
La cuestión es que Estados Unidos es decisivo, sí, pero falta mucho más. “Mucho depende de la voluntad política de Estados Unidos, pero no solo. Dentro de la UE, algunos países como Irlanda han tendido a frenar los avances. Y queda por ver la posición del Reino Unido fuera de la Unión Europea”.
Una situación europea dispar
La situación es muy distinta en Europa. España ha fijado el impuesto de Sociedades en el 25%. Pero Francia lo elevó hasta el 30%. Y esas salidas y entradas a Luxemburgo se pueden entender, porque el impuesto de Sociedades baja hasta el 18,19%. Los países del este tienen la tributación más baja, con Hungría en el 9%, mientras que Polonia o la República Checa lo tienen establecido en el 19%. Alemania lo ha dejado en el 15,83%, mientras que Irlanda lo tiene en el 12,5%. En el concierto internacional esa disparidad se mantiene: si Estados Unidos está en el 21%, en Canadá es del 15%, mientras que Australia lo tiene como Francia, en el 30%. Si volvemos a Europa, España se sitúa en un plano parecido al de Italia, con el 24%, o Grecia, también con el 24%. Lo que piden Biden y Yellen es que se haga un esfuerzo internacional para “armonizar ese impuesto”.
Zucman ve viable un plan si se coordina y si existe, realmente, voluntad política. Un plan de acción que pase por cuatro pilares: ejemplaridad, coordinación, medidas preventivas y sanciones “contra los oportunistas”. Pero, ¿cómo? “La ejemplaridad significa, de entrada, que cada país ha de controlar a sus propias multinacionales. Estados Unidos debería asegurarse de que las empresas estadounidenses, si no pagan lo suficiente en el extranjero, al menos paguen lo que les corresponda en su país. Italia debería hacer otro tanto con las empresas italianas, y Francia con sus empresas líderes nacionales”.
El control de los capitales
Sobre el papel es posible. Pero la realidad es más prosaica. El economista Carlos Sebastián, autor de El capitalismo del Siglo XXI, mayor desigualdad, menor dinamismo (Galaxia Gutenberg), reclama más concreciones a ese plan de Estados Unidos. A priori, lo ve como una primera respuesta positiva al reto mundial que supone que la mayoría de estados hayan perdido enormes ingresos por esas tributaciones menores de las grandes corporaciones, en especial todas las grandes tecnológicas, como Facebook o Google. “Me parece una propuesta positiva que va a permitir contrastar la disposición de los gobiernos para coordinar sus normas y políticas en terrenos en los que esa coordinación resulta esencial, como el fiscal, el control del cambio climático, la salud y la regulación de las plataformas digitales, por mencionar cuatro áreas en donde sería necesario intensificar la coordinación internacional”.
Pero, ¿qué se desea realizar en concreto? Sebastián formula sus propias preguntas, sus inquietudes, sin dejar de constatar que él como economista, se considera un intervencionista. “Se me ocurren algunas preguntas; ¿se limitaría la armonización de tipos con el establecimiento, por ejemplo, de un tipo mínimo, o se plantearía intentar armonizar también el cúmulo de deducciones y gastos fiscales que contiene el impuesto de Sociedades, que tanto reducen su base imponible y sobre cuya legitimidad no siempre hay acuerdo?”.
Otra de las dudas recae en la limitación del perímetro de esa posible armonización, con la posibilidad de que se extienda a la imposición personal, especialmente “a la que grava las rentas de capital. Esa cuestión es para Sebastián muy importante. “Es cierto que ya se ha alcanzado una cierta armonización en el tratamiento de rentas y plusvalías de capital, pero imponiéndose una doctrina contraria a las recomendaciones de los informes más prestigiosos, como los dirigidos por sendos premios Nobel: el informe Mirrlees en Europa y el Informe del Instituto Roosevelt dirigido por Stiglitz en Estados Unidos. Ambos se pronuncian en contra de gravar las rentas de capital con una tarifa plana, mientras que a las rentas del trabajo se les aplica una tarifa progresiva, como se ha acabado imponiendo. Este diseño reduce sustancialmente los ingresos tributarios y transfiere renta a favor de los más ricos (el Informe del Instituto Roosevelt estima que el 68% de la desgravación implícita en ese tratamiento de las rentas de capital afluye al 1% más rico)”.
¿Y qué pasa con los accionistas?
Y existen otros interrogantes que Carlos Sebastián indica, como la posible o no generalización de la tasa Tobin para “desincentivar el cortoplacismo en las transacciones financieras”, o gravar las plusvalías de capital mediante una tarifa progresiva que también podría desincentivar el cortoplacimos en los mercados de capitales.
La propuesta de Yellen está llena de interrogantes. Los expertos valoran, precisamente, que surja de alguien que tiene todo el respeto. Pero para que tuviera éxito en Europa se precisa un liderazgo que no se percibe en estos momentos, a juicio de Sebastián. En cambio, otros economistas, en la órbita liberal, como Carlos Rodríguez Braun, señalan que “el progresismo se equivoca con medidas como esas, y no tiene fronteras en relación al idioma que se utilice”, en alusión a Yellen. Para Rodríguez Braun hay que pensar en los accionistas de esas empresas y en todos aquellos que han ligado, en todo el mundo, a través de fondos de inversión, el complemento a sus planes de pensiones. Es decir, la complejidad es enorme, y determinados países, como Irlanda, viven, precisamente, gracias a esas inversiones de grandes corporaciones.
¿Qué peso tiene el impuesto en España?
El hecho es que, aunque los beneficios empresariales han tendido a aumentar, la recaudación no ha hecho más que disminuir. Lo asevera Raymond Torres, con los datos en la OCDE. La recaudación en 2007 del total de recursos públicos, suponía, por el impuesto de Sociedades, el 11,3%. En 2018, ya fue del 10%. En Estados Unidos –y por ello la reacción de Yellen—esa diferencia pasó del 10% en 2007 al 4,1% en 2018. Y en el caso de España ha pasado del 12,6% al 7,1%.
Es decir, algo pasa, aunque no se acierte con la tecla necesaria. Los vientos norteamericanos llegan a Europa, y a España, con situaciones muy distintas, pero el fenómeno es generalizado. En España, el total de ingresos impositivos alcanzó en 2020 los 194.051 millones de euros, de los que sólo 15.858 llegaron a través de Sociedades. Pero para compararlo mejor, con años anteriores a la crisis por la pandemia, hay que fijarse en 2018 o 2019. En el primer ejercicio, Sociedades supuso unos ingresos de 24.838 millones, por los 23.733 millones de 2019. Es el IRPF el gran impuesto que aporta el grueso de los ingresos, con 82.859 millones y 86.892 millones respectivamente.