En un panorama político tan fragmentado, se hace inevitable –salvo casos muy excepcionales– el pacto, ya sea en el ámbito municipal, el regional o el estatal. Sin embargo, parece que en Barcelona hay ciertos candidatos estrella que pretenden hacer una ciudad a su imagen y semejanza y, si no lo consiguen, si no ganan ni tienen la suficiente fuerza como para liderar una coalición, ya han anunciado o dejado caer que darán un paso al lado, que no se ven en la oposición. Curiosa manera de entender su profesión.
Ada Colau ganó sin demasiado margen en 2015 y quedó segunda en 2019, pero un pacto con el PSC de Jaume Collboni, tercera fuerza entonces, y el voto positivo de Manuel Valls le valieron para seguir al frente del consistorio. Lleva ya ocho años haciendo y, sobre todo, deshaciendo. De su gestión hablan más los hechos que las palabras, por lo que a ellos me voy a remitir. Ha aumentado la inseguridad y su percepción, los inversores se lo piensan dos veces antes de apostar por Barcelona, las superillas y los carriles bici son un drama y un peligro… Pero esa no es la cuestión. La alcaldesa activista no tiene intención alguna de permanecer en el ayuntamiento si no es al frente de la corporación. O se hace lo que ella quiere o se borra del mapa, ni intención tiene de batallar por causas que considere justas.
Lamentablemente, este pensamiento no es único de Colau. El último candidato confirmado para 2023, Xavier Trias (Junts, aunque se presentará sin siglas para desmarcarse todo lo que pueda del partido y ganar así votos), también ha manifestado que se irá a casa si no es alcalde. Que ya tiene una edad (76 años) y que no está para pelear por lo que considere mejor para los barceloneses. Igual que la líder de BComú, si la metrópolis no cambia según sus ideas, que la oposición la hagan otros en su lugar. Neus Munté será la número 2 de la lista. Calienta, que sales. Es increíble su manera de entender el servicio público.
Pero el caso más sonrojante, seguramente, es el del expresidente del Barça Sandro Rosell, que se postula también como candidato –lo decidirá tras la Navidad– en un claro capricho personal. Es el que más claro lo tiene: si no gana, “¿para qué perder el tiempo” en la oposición, “calentar una silla” y “perder el dinero de los contribuyentes”? Preocupante. Mucho. La imagen que dan todos ellos es muy pobre y el ejemplo, penoso. Hemos pasado de los políticos que no se marchan ni con agua caliente y que han vivido toda la vida de ello a otros que pocas ganas tienen de trabajar ni de pactar con nadie. Malos tiempos para la política. Así que mejor tomárselo con humor y, como diría el chiste, “van Colau, Trias y Rosell y…”.