Desde que JxCat decidió inmolarse en la consulta de la semana pasada, el PSC de Salvador Illa no ha dejado de ofrecerse a ERC para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat.

“Lo que no voy a hacer es rescatar a este Gobierno. Voy a intentar ayudar a que esto no perjudique a los catalanes. Yo estoy en esto, en el rescate de Cataluña”, ha señalado el líder de los socialistas catalanes para justificar su mano tendida.

El PSC ha insistido estos días en que lo que pretende es que haya “estabilidad” en la comunidad, “ordenar la política”, fomentar el “reencuentro”. Una posición que ha contado con el aval del mismísimo presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez.

Sin embargo, y por mucho que lo nieguen sus dirigentes, este ofrecimiento del PSC tiene toda la pinta de rescate a ERC, probablemente como contrapartida –explícita o implícita, a veces no hace falta siquiera pactar estas cosas– al apoyo de los de Junqueras al Gobierno socialista en el Congreso.

De lo que no estoy tan seguro es de que Illa haya medido como corresponde este movimiento.

El PSC ganó las elecciones autonómicas de 2021, probablemente, con votos prestados de Cs e incluso del PP. Illa era el candidato constitucionalista con más opciones, la alternativa más pragmática para hacer frente al independentismo catalán.

Es posible que algunos de esos catalanes no vean con buenos ojos que sus votos sirvan de muleta a un Govern de ERC. Un partido secesionista. El mismo partido y los mismos dirigentes, al fin y al cabo, que impulsaron el procés y –entre sollozos de una y tuits amenazantes de otro– forzaron a Puigdemont a declarar la independencia el 27 de octubre de 2017.

Facilitar la continuidad de un Govern de ERC con la excusa de la “estabilidad” y el “reencuentro” puede dar aire a un partido en vías de extinción, como Cs (algunos podrían pensar que siguen siendo necesarios en Cataluña), o a otro sin apenas representación, como el PP.

Digamos, además, que tiene muy mala venta para la próxima cita electoral ganar unas elecciones y convertirse en la muleta de un Govern presidido por el que quedó segundo. Para eso, pensarán algunos, votamos a ERC, por un lado, o a Cs, por el otro.

Claro que, si lo que dice Illa de “tender la mano” a ERC para “colaborar en aquello que beneficie a los catalanes” va en serio, podría imponer a Aragonès una condición bien sencilla para aprobar los presupuestos: que la Consejería de Educación extienda el 25% en castellano a todos los centros educativos de Cataluña.

Lamentablemente, el líder de los socialistas catalanes ya ha señalado que “no le pido nada a ERC” a cambio de apoyar sus presupuestos. Y no extraña, tras el pacto entre Aragonès y el Gobierno para que este no impugnara las leyes y decretos aprobados para burlar las sentencias del 25%. Todo apunta a que esta será otra oportunidad perdida.