Los jóvenes españoles no ven tres en un burro. Así lo dice la encuesta europea de salud elaborada por el INE, y de la que se extraen algunos datos sorprendentes a la par que preocupantes: el 40% de la población de 15 a 34 años necesita gafas; y más de la mitad (55,3%) de los ciudadanos de 18 a 34 años sufre miopía (no ven bien de lejos). Y se preguntarán, aunque puede que lo deduzcan, cuál es el motivo del deterioro visual de las nuevas generaciones con respecto a sus antecesoras.

No hay un solo motivo, aunque todos están relacionados entre sí. Parece evidente que la excesiva exposición a las pantallas afecta de manera muy negativa a la salud visual, en especial si se abusa del uso de la tecnología cuando el ojo todavía está formándose. Dicho de otro modo: darle la tableta o el teléfono al niño para que no moleste es una mala idea. Muy mala. Y eso sin entrar a valorar cómo Youtube, Tiktok, Instagram y demás apps y plataformas atontan al personal cuando no le generan problemas mentales. Un desastre.

Otro motivo que, ligado a este, lleva al empeoramiento de la visión es el sedentarismo, el estar encerrado en casa y fijar la mirada tanto tiempo en un punto cercano concreto. Es evidente que así los ojos se atrofian, porque dejan de usarse en plenitud. Los humanos no estamos diseñados para ello, sino para estar al aire libre, observar distancias más amplias, antaño para vislumbrar los peligros o para cazar, para conocer el entorno. Hoy, como tenemos el mundo en la mano, solo potenciamos una parte del órgano visual en detrimento del resto.

La fundación Visión y Vida añade más datos que ayudan a comprender este fenómeno, como que la población nacida entre 2000 y 2005 (los nativos digitales) necesita casi el doble de dioptrías que los actuales universitarios, que se han iniciado en el mundo de las pantallas posteriormente. Algo estamos haciendo mal. Para colmo, uno de cada tres casos de fracaso escolar está relacionado con problemas de visión. Y la situación es culpa de todos y de nadie a la vez, ya que se nos empuja a este tipo de consumo, a este tipo de vida de ermitaños, sin socializar, sin descubrir. No obstante, hay margen para la esperanza. Es todo una cuestión de educación. Todo está bien si es con moderación y variedad.

Por cierto, el nuevo Consell Executiu no es precisamente joven, pero mantiene los mismos porcentajes de problemas visuales. De los 15 integrantes, president incluido, ocho llevan gafas y siete, no. Curioso. Esperemos, no obstante, que tengan amplitud de miras y sean capaces de ver más allá del terruño ahora que reconocen que el procés está enterrado. Sus aciertos serán positivos para el conjunto de la Cataluña que dice representar este Govern.