Mediapro es un gigante audiovisual. El hombre que firma las demandas que ese grupo nos ha interpuesto en los últimos años por informaciones que les afectan es Jaume Roures Llop. Sí, el mismo que hizo negocios con Johan Cruyff, que mantiene una extraña amistad con Jordi Basté, aquel que tiene de número dos al agitador independentista Tatxo Benet, un periodista de Lleida que ya cena de manera regular en el Empordà entre la burguesía decadente que describe Jordi Alberich, y es el mismo personaje que fue accionista de La Sexta y ahora lo es del diario digital Público. Roures le ganó el pleito del fútbol a Juan Luis Cebrián en Prisa y ha edificado una empresa alrededor del negocio de la televisión con la que ganó mucho dinero hasta que empezó a perderlo y hubo de entregar una gran porción de su invento a unos socios chinos.
Roures Llop aparece en una fotografía reciente compartiendo mesa en un hotel de Madrid con Mònica Terribas Sala, la periodista radiofónica más incendiaria del procés, ahora desacomplejada y pasada ya al activismo en su papel de vicepresidenta en Òmnium Cultural. Que dos personas del mundo de la comunicación, catalanes ambos, independentistas por más señas, realicen un ágape conjunto no tiene mayor interés, salvo que ambos compartan esa misma mesa con el comisario de policía, jubilado policía para ser exactos, al que todos consideran el emperador de las llamadas cloacas del Estado. Sí, junto a Roures Llop y Terribas Sala se sentaba el ínclito José Manuel Villarejo Pérez y un abogado que trabaja para él.
Quienes llevamos tiempo perdiendo algún minuto de nuestro tiempo en aflorar el papel que una parte del independentismo ha tenido en los intentos de desestabilizar el sistema institucional español hemos narcotizado nuestra capacidad de sorpresa. Dicho lo cual, tampoco queremos que nos pase como con Jordi Pujol Soley, que casi toda la prensa catalana estaba al corriente de muchas de las fechorías de su familia y, sin embargo, no se movió un dedo para probarlo. Recuerdo haber informado de cómo la desinversión de la empresa Lear Corporation de Lleida la diseñó la consultora de Josep Pujol Ferrusola por indicación directa de una consejería de Industria comandada por Antoni Subirà y que vehiculaba los encargos con posibilidades económicas. Se explicó, pero no pasó de la anécdota. Sirvió, quizás, para aumentar las indemnizaciones de los despedidos. Hasta la líder sindical de Lear acabó sucumbiendo a la púrpura del poder político y mediático, y allí se enterró casi todo hasta que el patriarca confesó por la presión de los Villarejo boys.
Pues Roures Llop, el antiguo troskista no solo cena con Pablo Iglesias y Oriol Junqueras en su casa de Barcelona, sino que se desplaza a Madrid para quedar con el comisario extorsionador que grababa a todos sus interlocutores. La publicación del audio en el que se deja a los pies de los caballos al periodista Antonio García Farreras ha disparado la rumorología en Madrid de que hoy esas grabaciones andan en poder del magnate de Mediapro. La fotografía obtenida de forma reciente no entierra la especulación y genera un relato plausible: sería el comunista catalán quien está detallando a dónde se debe apuntar en cada momento para hacer daño a los enemigos, a aquellos que considera están en sus antípodas ideológicas o como mero deporte de tiro al facha. Sí, también podría comer con Villarejo para pactar un documental sobre su vida y milagros. Pero saben qué les digo, que vayan a otro con las historias de romanos…
No lo hará, pero Roures Llop debería ofrecer explicaciones sobre cuáles son sus vínculos reales con las llamadas cloacas del Estado. Cuánto tiene que ver en el diseño de estrategias para debilitar el andamiaje institucional del país y para quién trabaja en realidad, si todo es una fijación personal de un rico con ínfulas políticas o responde, como ya corre en forma de especie, a otros intereses ajenos a lo español.
No moverá un dedo. Es obvio. Lo que también sucederá es que de ahora en adelante será difícil escuchar un audio de los que grababa Villarejo sin pensar que su sombra se halla detrás. Cuando alguien salga muy malparado en uno de esos cutres ágapes que el jubilado comisario registraba, cuántas dudas no se podrán albergar sobre el interés del catalán en señalarlo…
No conoceremos la verdad del asunto de momento, pero todos los elementos del puzzle van situándose en su posición original. Ya no está Joan Canadell, medio arruinado en los negocios que le llevaron a ser presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y por los que ha acabado divorciándose de su socio de las gasolineras patrióticas; acaba de salir tarifando la geganta del Pi de la presidencia del Parlament y ya verá la histriónica de Laura Borràs que fatal se vive sin coche oficial, chófer y esas otras prebendas que había asimilado como el efecto de un paracetamol. Solo espero que la mayordomía de Francesc Dalmases no la pierda. Algunos regresan de sus voluntarios exilios, otros dialogan en mesas teatralizadas; están los que viven hartos del embuste que se comieron; y luego están los Roures Llop y sus huestes. El día que deje de conspirar, ese día se acabará el procés y sus ramificaciones. No tengan duda, lo demás es fuego de artificio. Muy Mediterráneo todo.