Uno de esos taxistas de la capital de España que te recogían en el aeropuerto y se creían obligados a dar conversación a su cliente hasta destino, uno de esos discretos profesionales del transporte que he dejado de frecuentar a favor de los menos almodovarianos nuevos servicios de VTC, tuvo a bien explicarme que un día recogió a Josep Sánchez Llibre en la salida del puente aéreo y lo transportó hasta la sede del Banco de España. Accedieron por la entrada de vehículos a indicación del cliente y se sorprendió porque los guardias civiles que custodiaban el acceso se cuadraron al conocer quién era la visita. El reservado taxista insistía en que él no conocía al entonces político y que tuvo que averiguar quién era para comprender el porqué de tanta distinción oficial.
Sánchez Llibre tiene una imagen muy reconocible (el zorro plateado lo apodaron en la redacción de Crónica Global) y el taxista de marras no tardó en enterarse de que había transportado a un diputado catalán, que ni tan siquiera era el número uno de su grupo parlamentario, pero que le pareció en su momento casi un jefe de Estado.
Lo cierto es que el hoy presidente de la patronal catalana Foment del Treball (Fomento del Trabajo Nacional --FTN-- en la historia) acumula una experiencia enorme en el ámbito de la política. Creó alrededor de CiU lo que los catalanes bautizamos con un cierto sentimiento despectivo “la gestoría”, que no era otra cosa que la representación en Madrid de los intereses catalanes de menudeo (o no tanto) del mundo empresarial. Sin su participación, el hundimiento de Unió, el partido al que pertenecía en la fase parlamentaria, hubiera sido seguramente más estrepitoso. Pero a Míster berberecho (el otro apodo que le dedican por su empresa familiar, Conservas Dani), la política le apasiona, es un intrigante y conspicuo conspirador, un animal de la estrategia y, a diferencia del resto de coetáneos burgueses de su círculo, es bastante menos cobarde que esa clase social catalana venida a menos.
Por esas condiciones personales, Sánchez Llibre lo ha hecho bien al frente de la patronal catalana. Es más, si quisiera podría ser el próximo presidente de la CEOE. Ni le gusta ni se entiende con el actual, con Antonio Garamendi. Tiene mimbres más que suficientes, los apoyos se conseguirían, pero entiende que ni la edad ni el momento hacen conveniente seguir los pasos de Carlos Ferrer Salat y Juan Rosell y recuperar la patronal española para quienes fueron sus fundadores e impulsores.
Sorpresivamente ha convocado elecciones avanzadas en Foment antes de vacaciones. Por más que hemos buceado en los motivos de esa aceleración no parece que haya nada oscuro o extraño, sino unas ganas enormes de sacarse de encima un proceso siempre burocrático y cansino. Empezar el 2023, año electoral y de probables efectos de la crisis económica, con los deberes cumplidos. Las ganará como Helenio Herrera, aquel entrenador del Barça que hablaba de vencer en los partidos sin bajar del autobús. Sánchez Llibre es un buen tipo, escucha, hace favores si considera que son razonables y, sobre todo, se ha convertido en la verdadera oposición en Cataluña. Que sea hincha del RCD Espanyol no deja de ser un borrón cómico en un inmaculado currículo.
Pese a su origen nacionalista moderado, socialcristiano, o socialdemócrata, o depende si es cintura arriba o cintura abajo, al Sánchez Llibre de hoy no le tiembla la mano para abrirla y sacudir al ejecutivo independentista o afear su mediocridad como gobernantes de los intereses públicos. No se corta, alza la voz cuando el mundo empresarial le transmite cansancio con las arbitrariedades, marginación o, sencillamente, inacción gestora de la Administración autonómica.
Incluso podría ser si lo quisiera un candidato a la alcaldía de Barcelona con posibilidades reales. Ha sido la principal oposición que ha tenido en el último mandato la alcaldesa buñuelo. Más, mucho más duro y corrosivo que los partidos políticos que tienen encomendada esa misión, pero que por tacticismos cortoplacistas y electorales se han tragado las boñigas políticas de Ada Colau con sus urbanismos de ventrílocua, sus teorías del decrecimiento de la señorita Pepis y su turismofobia de Zipi y Zape.
Revalidar la presidencia de la patronal catalana equivaldrá a un paseo triunfal para Sánchez Llibre. Será una de las primeras elecciones empresariales en las que no se atisba competencia ni soterrada ni evidente. Nadie se atreverá a disputarle el cargo a la vista del riesgo de quedar en manifiesto ridículo. Los chulitos de la ANC y Òmnium, que están buscando siempre acomodo en entidades de la sociedad civil para extender su matraca independentista, no dirán ni mú. Ni tan siquiera el ambicioso y pesado Antoni Abad, que anda de retirada y ya no manda ni en la antaño vigorosa Cecot de Terrassa y que era la salsa de todos los pucheros electorales mientras le pedía consejerías al presidente de turno. El nacionalismo secesionista o el populismo de supuesta izquierda tienen a un adversario serio, formado, trabajador y astuto (de los de verdad, no rollo Artur Mas), que les planta clara sin despeinar su blanca cabellera.
Ganará, además de por sus méritos incuestionables, porque en la sociedad catalana no queda un burgués con arrestos, valentía y compromiso colectivo real por todo el territorio. Miren las elecciones próximas del Círculo de Economía y admitirán que la candidatura continuista es la muestra de este estado de cosas, tanto por liderazgo como por composición. A muchos les cuesta admitirlo, pero les invito a que ofrezcan argumentos contra este análisis. Por tanto, ojalá tuviéramos muchos más Sánchez. Si así fuera, otro gallo nos cantaría.