El congreso de los socialistas catalanes ha consagrado algunas tendencias que ya flotaban en el ambiente desde hacía meses. Por un lado, Salvador Illa se convierte en el líder indiscutido del PSC después de años de llevar la cartera de organización al lado de Miquel Iceta. Por otra parte, al calor del nuevo líder emergen nombres y caras nuevas que poco o nada tienen que ver con el partido de las últimas dos décadas, lo que supone de hecho una transición generacional e ideológica importante.

Sin embargo, la principal aportación del cónclave socialista es la consagración del Illa dirigente, del Illa líder. Hasta la fecha, su papel ha sido el de un tecnócrata de la organización que por su conocimiento del aparato y del municipalismo podía ordenar una institución de la que habían salido centrifugados los dirigentes de perfil más nacionalista y que aún no había decidido cuál era su verdadero papel ante el conjunto del socialismo español y como receta para combatir el nacionalismo catalán.

Salvador Illa no es solo que salga reforzado del congreso del PSC, cosa que también sucede, sino que ya se visualiza interna y externamente como el político catalán que dirigirá la transformación de su formación hacia espacios de centralidad progresista e intentará el asalto al poder (o a los poderes, en plural) que se perdieron después del último tripartito.

Una de las características que definen al nuevo primer secretario de los socialistas catalanes es su orientación a la estrategia. Es un hombre tranquilo y aspira a ser, a la vez, un dirigente, un líder sosegado. Conocedor de sus carencias --no es un orador capaz como Iceta ni tampoco está bendecido por la simpatía telegénica de otros dirigentes populistas--, Salvador Illa se ha atrincherado en sus capacidades naturales. Y ahí, en su aspecto de persona fiable, de aquellas a las que se les podría comprar un coche de segunda mano; en su inclinación hacia la razonabilidad y el sentido común; en la figura de vendedor de planta de El Corte Inglés que tan bien emparenta con el patrón de algunos líderes políticos alemanes es donde radican sus fortalezas para la etapa en la que ejercerá como cabeza del PSC.

Algún asunto espinoso ha quedado entre resuelto y esquinado: el papel de una lideresa emergente como Eva Granados (clienta VIP del puente aéreo por su papel en el Senado) o cómo resolver la situación de la alcaldesa socialista de L’Hospitalet, Nuria Marín, a quien le ha dado un papel testimonial como vicepresidenta hasta que se sustancien sus líos con la justicia por un proceso vinculado a la gestión municipal.

Su guardia de corps serán Lluïsa Moret, alcaldesa de Sant Boi; Jaume Collboni, teniente de alcalde de Barcelona; Marta Farrés, primer edil de Sabadell; Meritxell Batet, presidenta del Congreso; y Alicia Romero, portavoz del grupo socialista en el Parlamento de Cataluña. Con estos vicesecretarios, el nuevo líder apuesta por la cantera municipal que tan buenos réditos concedió al PSC en tiempos pretéritos. A la par vuelve a decirle al electorado y a la inquieta sociedad civil que en la batalla por Barcelona será Jaume Collboni y no él personalmente quien abandere la formación en mayo de 2023. Esa vuelve a ser la gran incógnita sobre el futuro de una organización que vivió grandes momentos históricos cuando Narcís Serra, primero, y Pasqual Maragall, más tarde, eran los alcaldes de una Barcelona que ejercía como contrapoder nacionalista desde uno de los lados de la Plaza de Sant Jaume.

Más allá de las figuras que toman las riendas del partido ganador de las últimas elecciones autonómicas (pese a la desmemoria de TV3), con el congreso de este fin de semana el PSC pone sobre la mesa una etapa en la que su estrategia pasa por dejar que los independentistas concluyan con la matanza a navajazos que practican entre ellos. Un periodo en el que prepararse como un partido centrado de perfil no soberanista que pueda asumir un día la gobernación de la autonomía catalana. Con sosiego (algo desesperante, dicho sea de paso), sentido común, sensatez y fiabilidad, valores que son la principal suma de Salvador Illa y que cuentan con el reconocimiento de La Moncloa. Y, en lo ideológico, hay una apuesta por una Cataluña de consenso en vez de confrontación en la que los valores históricos que representó Josep Tarradellas son el credo al que ha decidido encaramarse el PSC en esta nueva época de mandato que se abre hoy.