El fútbol tiene otro rico. El petróleo saudí ha engullido al Newcastle. Tal vez su nuevo propietario no comulga exactamente con los valores que se le presuponen a este deporte; digamos que es sospechoso de estar detrás del asesinato de un periodista contrario al régimen, entre otras atrocidades que se cuecen en su país (tan importante para el equilibrio en el mundo, por otra parte), pero ya está hecho. Y a tragar todos: unos, porque es bueno para el negocio; otros, porque van a tener a los mejores jugadores en su equipo y podrán luchar por grandes títulos. La nueva religión. Fútbol es fútbol, dicen.
El año que viene nos vamos a Qatar a jugar el Mundial de fútbol. No parece tampoco el país que más y mejor defiende los derechos humanos, y la elección de la sede está rodeada de un aura de sospecha de corrupción. Los catarís, hay que reconocerlo, llevan años promoviendo el deporte, y eso es la buena noticia; la mala, que lo hacen para promocionarse y abrirse al mundo mientras tapan otras cuestiones impensables para Occidente. No dejan de estar en su edad media. Pero el dinero manda. Y fútbol es fútbol...
Si la selección española tiene que enfrentarse de tú a tú a Kosovo (un país que España no reconoce), pues lo hace y pelillos a la mar, no vaya a ser que alguien se moleste y la FIFA nos deje sin ir… al Mundial de Qatar. Eso sí, busquemos fórmulas para no llamar Kosovo a Kosovo (equipo kosovar, Federación de Kosovo…). Total, fútbol es fútbol, y tiene ese componente de irracionalidad. ¿Quién va a protestar? Tampoco pasa nada si miles de personas pitan el himno de España; en cambio, si un humorista se suena con la bandera nacional termina ante el juez.
El 11S hubo fútbol. La UEFA solventó la trágica jornada de los atentados con un minuto de silencio antes de los partidos de Champions. Sí aplazó los del día siguiente, pero ya era tarde. También hubo fútbol justo después del 11M, en este caso en la Liga. No estaban los ánimos como para disputar ningún encuentro, pero el dinero siempre va por delante, aunque se quiera maquillar con frases como “los terroristas no van a lograr lo que buscan: parar el mundo”.
Ejemplos de estos valores, de esta hipocresía, los hay a mares. Uno reciente: Christian Eriksen, estrella de Dinamarca, pierde el conocimiento durante un encuentro de la última Eurocopa. Se detiene el partido. El jugador se debate entre la vida y la muerte. Una vez estabilizado, tras muchos minutos de angustia y shock emocional, se reanuda el encuentro. Increíble. Eso también lo vivió el Sevilla en 2007 en una situación aún peor. Tuvo que jugar la Supercopa de Europa apenas unas horas después de haber enterrado a Antonio Puerta, jugador que había fallecido tras desvanecerse en un duelo ante el Getafe.
Ya lejos del fútbol, en otro orden de cosas, he escuchado a Pablo Iglesias exponer en un auditorio que Felipe VI podía haber elegido otro nombre para reinar, que ese le recuerda al de Felipe V, que tiene connotaciones negativas para Cataluña. Digo yo que el promotor de Podemos podía haber elegido un nombre distinto al del fundador del PSOE, el muy ateo. Este era el político culto de la nueva generación…
Del 12 de octubre es mejor no decir mucho. Como cada año, los descendientes de los negreros catalanes dicen que no hay nada que celebrar el Día de la Fiesta Nacional, que es la “efeméride de un genocidio”. El cinismo se comenta por sí solo. Eso sí, por un día, se olvidan de la catalanidad de Cristóbal Colón.
Por cierto, Supermán es bisexual.