Empieza el curso. De verdad, ahora ya con dimensión escolar. Las cartas están sobre la mesa y de todos depende que la crisis que viaja con la pandemia no nos devore.
Administración, sector público, empresas privadas, profesionales autónomos y cualquiera de los agentes que participan en la generación de riqueza del país debe tomar decisiones claras: el miedo al virus no nos puede aniquilar en lo económico.
Ha llegado el momento en que los valientes tomen decisiones. No hacerlo supondrá que lo sanitario igual no nos llevará al abismo, pero la crisis económica que viviremos nos deshidratará como país. ¿Cuándo piensan los dirigentes públicos hacer que la administración funcione de nuevo también de manera presencial? Con todas las precauciones, cautelas y medidas de seguridad necesarias, pero con sus funcionarios abriendo las oficinas de empleo o de cualquier otro negociado público para acabar con la parálisis que vivimos.
Las grandes empresas privadas deben hacer lo propio. ¿Cuándo piensan los grandes popes del Ibex poner a sus organizaciones a trabajar como hasta antes de la pandemia? Nadie discute que el teletrabajo ha llegado para quedarse, pero cómo se instala en nuestras vidas guarda relación con lo rápido que deseemos poner fin a la crisis.
Cunde la sensación que los únicos valientes que han decidido no arrugarse son los hosteleros de toda España que siguen atendiendo sus negocios, los taxistas, los empleados del comercio que ha podido abrir… Mientras, otros que deberían dar ejemplo, se atrincheran en sus domicilios.
La combinación de chándal, chancletas y compra por Amazon es letal. Recuperar la movilidad con toda la precaución es indispensable para que los barrios y quienes viven de actividades vinculadas al movimiento de personas no sucumban al mayor azote del Covid-19: el desastre económico.
Protejamos a los más vulnerables, seamos cautos en lo personal (llega al paroxismo pedir en la empresa que uno quiere seguir trabajando desde el domicilio a la par que se participa de una verbena o sarao equivalente…), extrememos la precaución para evitar contagios, pero pongámonos en marcha. Acabemos con situaciones de confortabilidad que empobrecen y abandonemos la psicosis extrema en la que se han instalado algunos ciudadanos.
O echamos a andar en serio o atrofiaremos las extremidades de todo un país.