Durante décadas, el mundo constitucionalista se ha lamentado por la ausencia del Estado en Cataluña, por la falta de relato frente a la imaginación, el trabajo y el activismo de los independentistas. Todo era una dispersión de proyectos, personales en la mayor parte de los casos y, por supuesto, sin los recursos públicos que los nacionalistas vienen manejando desde la llegada de Jordi Pujol a la Generalitat en 1980.
Algunos de los personajes que habían estado detrás del nacimiento de Societat Civil Catalana (SCC) decidieron dar el paso y reclamar el apoyo directo del Gobierno de Mariano Rajoy para una iniciativa que aglutinara toda la respuesta a la presión separatista. El programa se llevaba en secreto y llegaba 30 años después del famoso Plan 2000 de Pujol. Hoy lo desvela Crónica Global.
Tenía algunos problemas serios. Uno de ellos es que contaba con la participación de gentes que no habían sido consultadas, a las que los promotores del invento simplemente querían usar. Eso se ve muy claro en la relación de medios de comunicación que incluyeron en el documento presentado al jefe de gabinete del presidente del Gobierno, Jorge Moragas. De los cuatro que citan, solo Dolça Catalunya estaba en la pomada: uno de los inspiradores del blog ultra, Guillermo Elizalde, figuraba como personaje principal del movimiento La sociedad civil frente al reto separatista, que así se llamó el programa.
Daban por hecho que podían contar con otros medios, entre ellos Crónica Global. Eso explica los ataques que hemos recibido desde la web de esa especie de Ku Klux Klan a la catalana cada vez que sus ideólogos han considerado que nuestro constitucionalismo no era el que tocaba; o sea, que no era extremista.
Otro problema es que trataba de engullir por las bravas a SCC, a la que acusaba de quemar el 95% de los “recursos” (sic) sin dar cuentas del gasto ni reportar su actividad. La resistencia de su presidente del momento, Mariano Gomà, y el éxito con que cerró su mandato gracias a la manifestación del 8 de octubre de 2017 echaron por tierra aquellos planes.
Las personas que aparecen como responsables de la iniciativa pertenecen o han pertenecido al espectro más derechista del PP. Nunca han sido dirigentes de este partido, sino que ante la ausencia de siglas más ajustadas a su ideología, como Vox, se habían alojado en él. Su actuación oscurantista arruinó las posibilidades de un proyecto que Cataluña sigue necesitando. Si un día cuajara, no podría arrasar a otros movimientos ni situarse por encima de los partidos, al estilo de Òmnium Cultural y la ANC, sino que debe colaborar con ellos.
La forma de moverse tras las cortinas y el olor a cera que desprenden les condena a la irrelevancia, a las catacumbas mediáticas y políticas, no porque en este país no haya libertad, sino porque no saben utilizarla; le tienen alergia. Esa es una de las explicaciones del triunfo de los ideólogos del separatismo, que han sabido crear un relato en el que estos personajes aparecen como la imagen desfigurada de los catalanes que también se sienten españoles.