El 80% de las empresas familiares no pasan de la tercera generación. Esto es un dato y organizaciones como el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) --que está gestionado por sagas tan poderosas como las de Gestamp, Acciona, Mercadona o, en clave catalana, Puig o Uriach-- ha alertado en varias ocasiones de la necesidad de fortalecer las compañías en este sentido. Los pactos sucesorios resultan incompletos en muchos casos y las batallas en los tribunales están a la orden del día.
Bon Preu es otro de los grupos que han dejado en manos de la justicia una pelea enquistada entre dos hermanos, los Font, con el agravante de que la pugna también afecta a cómo se incorpora la tercera generación. Aunque resulta el perfecto ejemplo de que los magistrados resuelven según los argumentos jurídicos que han aportado las partes. No ejercen de mediadores familiares ni laborales.
Las malas relaciones fraternales son habituales y más cuando hay mucho dinero de por medio. Se puede optar por soluciones como la de Pastas Gallo, cuyos herederos han superado sus problemas para pactar a qué grupo (en esta caso, fondo de inversión) le vendían la compañía a cambio de una generosa compensación económica que tampoco tendrán problemas para repartirse; o la que se aplicó en Nutrexpa. Los Ferrero y los Ventura segregaron en 2014 los activos del grupo y crearon dos empresas punteras en sus respectivos sectores, Adam e Idilia Foods. No llegan al nivel de la multinacional que les predecía, pero no están precisamente mal posicionados. En cuanto a los acuerdos entre las partes, la concordia llegó al extremo de repartirse el equipo directivo.
Otras compañías, como Simon Holding, han optado por buscar talento externo. Los propietarios del gigante de material eléctrico siguen en el grupo, incluso cuentan con una planta familiar en las oficinas centrales de Barcelona, pero es Luis Lopezbarrena el encargado de dirigir el día a día del grupo.
Contar con una titulación en management directivo y un MBA a veces no es suficiente para entender las especificidades de un sector y no resulta la mejor opción para llevar las riendas de una sociedad. Hay infinidad de casos que lo demuestran, pero no en todas las compañías se realiza el ejercicio de realismo necesario para aceptar la situación y optar por una solución que garantice su futuro. La de apoyarse en el talento externo y dar un paso atrás para ejercer un buen trabajo de fiscalización, algo que debería ser una asignatura obligatoria en todas las escuelas de negocio.
Fiar la resolución de los conflictos familiares a los tribunales nunca ha sido una buena opción. Menos, en una empresa de cuyo futuro dependen muchas personas. Otro dato que suele remarcar el IEF es que el 85% del empleo del país se genera en compañías de este perfil.