Con la que está cayendo, las cuestiones menores no merecen la atención del gran público, concentrado en los verdaderos desafíos del país. Para muchos medios de comunicación, lo más importante del momento es la formación del Gobierno, y sus cambios de cromos en ayuntamientos y comunidades autónomas. Para otros, los catalanes sobre todo, han sido las informaciones sobre el Tribunal Supremo y el 1-O, o sea el procés.
Pero entre todo eso tan fundamental siempre se deslizan asuntos de los que se habla poco, pero que son el caldo de cultivo donde germinan los problemas más profundos. Son los llamados detalles, la morada del diablo, según dijo un hombre sabio.
RAC1 es la cadena de radio líder de Cataluña. Y aunque pertenece a un grupo empresarial constitucionalista, mantiene una línea muy próxima al soberanismo. Sus responsables aseguran que no es así, que se adaptan a lo que quieren los oyentes; un argumento frágil porque el proceso mediático es justamente el contrario: primero está el mensaje y, luego, quien lo oye, incluso la adhesión.
En su edición del martes pasado el programa más oído de la emisora, El món a RAC1 que dirige el popular periodista Jordi Basté hizo un repaso de las alianzas en ciernes en autonomías y ayuntamientos. Tanto al conductor como a los tertulianos de la sección El perquè de tot plegat les parecía normal que en Lleida gobierne ERC con un pacto que supera en tres concejales al que podría armar el PSC, ganador de los comicios. Lo mismo respecto a Tarragona, donde ERC suma un concejal más que el PSC.
Cuando llegaron a la formación de la mesa de la Asamblea de Madrid, comentaron de forma crítica que el PP logre una mayoría que supera en cuatro diputados a la alternativa del PSOE, vencedor de las elecciones. La diferencia de una lista sobre la otra respecto del total del Parlamento autonómico es de apenas el 3%.
Sin embargo, en el caso de Murcia, donde la derecha ha aglutinado un grupo que supera en un 15% a la izquierda, la tertulia se convirtió en una fiesta de ocurrencias chistosas y ridiculizantes de la región, con apelaciones continuas al título de aquel programa empalagoso de TVE que se llamaba Murcia, qué hermosa eres. Basté llegó a decir entre risas: “Esto es Murcia: PP, Ciudadanos y Vox”. Mientras que la voz de fondo de un comentarista redondeaba la gracia: “Con la capa española”. Antón Losada, un profesor y expolítico gallego que a medida que aumenta en sabiduría crece en adhesión al antitodo, jaleaba la fiesta.
No exagero. Adjunto el corte del audio para que cualquiera pueda comprobar el color del plumero del supremacismo catalán. Algo a lo que casi nos hemos acostumbrado, por habitual. Estamos ante un nacionalismo que cabalga un tigre desbocado, el tigre de la inmolación frente al mundo, un nacionalismo que ahora hace en público lo que antes estaba restringido al ámbito privado.
¿Por qué una situación que se está produciendo en toda España, incluida Cataluña, en el caso de Murcia es motivo de mofa? Las risas y las chanzas de los tertulianos evocaban aquel país reprimido de los años 60 que caminaba hacia el progreso y que soportaba al charnego manobra con el desprecio de quien se siente superior. El mismo país donde ahora algunos conceden el carnet de identidad en función del idioma, el lugar de nacimiento y, por supuesto, la ideología.
Esa actitud se conjuga a la perfección con la contraria: el victimismo. Basté apela con frecuencia en sus editoriales a la discriminación anticatalana. Quizá sea una herencia de su culemanía, una afición que en algunas personas mezcla sufrimiento y disfrute al 50%. Puede que aún no se haya dado cuenta de que, con demasiada frecuencia, considerarse víctima y victimizar son la misma cosa. Se llevan las manos a la cabeza si oyen el “a por ellos”, pero cuando son los simpáticos radiofonistas quienes lo cantan desde el estudio de la Diagonal de Barcelona no se n’adonen. El aporellismo es de los otros, ¿verdad?
Por cierto, sí, Murcia es una ciudad muy bonita. No sé si la conoces, Jordi.