Todo apunta a que el PSOE ganará las elecciones generales del próximo domingo y que podrá volver a formar gobierno --ya veremos con quién pacta--, pero hay que reconocer que el PSC parece empeñado en ponérselo lo más difícil posible.
Decía Meritxell Batet en una entrevista publicada por este medio el viernes pasado que “si hay más de dos millones de personas en Cataluña que no reconocen como suyo ese marco constitucional, pretender imponerlo no nos va conducir a ninguna solución”.
¿Dónde ha estado la candidata socialista por Barcelona durante los últimos años? ¿Todavía no se ha enterado de que ha sido precisamente la imposición de la Constitución --en el caso del 155, incluso con el apoyo del PSOE y del PSC-- lo único que ha evitado la ruptura del país que ella misma dice rechazar? ¿Acaso no recuerda las innumerables veces que, en los últimos meses, el partido que representa se ha apoyado en la Constitución para recurrir los atropellos de los independentistas? ¿Conoce alguna otra democracia occidental en la que se considere que imponer la Constitución no es la solución?
¿Cómo es posible que a estas alturas el PSC siga cayendo en el error de dar munición a los nacionalistas comprando punto por punto algunos de sus argumentos trileros?
Es legítimo y razonable defender una reforma constitucional pero, mientras no se consigan las mayorías parlamentarias y sociales --según de qué parte se trate, hace falta que se valide mediante referéndum--, la solución es aplicar la Carta Magna. De hecho, es la única solución.
Otra cosa es confundir solución con contentamiento. Si a eso se refería, tiene razón la señora Batet. Imponer la Constitución nunca contentará a los independentistas. Pero reformarla --como ella propone--, tampoco. Solo se contentarán con la secesión. Sorprende que todavía no se haya percatado de ello.
Además, ¿qué pasa con todos aquellos ciudadanos que quieren reformar la Constitución en sentido contrario al que defienden los independentistas o los terceristas? Según el CIS, de forma recurrente desde hace años, casi un tercio de los españoles aboga por un modelo de Estado en el que las CCAA tengan menor autonomía o sencillamente desaparezcan. ¿Cómo contentamos a esta gente? Supongo que imponerles el actual marco constitucional tampoco “nos va a conducir a ninguna solución”, ¿no?
Me temo que planteamientos como el de la señora ministra solo servirán para envalentonar al nacionalismo. Se avecinan unos años complicados. Y, como se ha hartado de repetir su correligionario Felipe González en los últimos meses, probablemente Cataluña esté más cerca de perder la autonomía que de alcanzar la independencia.