Tiene bemoles que sea un dirigente con pasado político el que pase a pilotar la nueva etapa de las patronales. Lo escribo en plural porque Josep Sánchez Llibre llega a la presidencia de Foment, pero lo hace mejor agazapado que nunca en la CEOE. Y resulta paradójico que sea un antiguo dirigente nacionalista quien recomponga los puentes rotos entre la política y el empresariado, que vive más alejado que nunca de las administraciones, regulaciones y líderes de partidos de lo que se había conocido en años. Entre otras razones, por los líos soberanistas con Cataluña, pero también por la complicidad general de los políticos con los populismos en toda España.
El antiguo diputado de Unió Democrática viene con la voluntad de recomponer las relaciones entre el tejido empresarial y las administraciones. A su llegada encuentra un páramo: con la Generalitat independentista todo ha saltado por los aires y con el Ayuntamiento de Barcelona las empresas no quieren ya ni respirar el mismo aire. El divorcio es tan amplio, está tan viciado por el dinero público que llega a empresarios y sindicatos a través de la ley de representatividad, que el sector privado ha empezado a italianizarse todo lo posible para convivir con lo público a la mayor distancia posible a la par que abandonaba la buena tradición de concertar, en lo social y en lo regulatorio.
Durante años, y el papel tanto de Foment como de la CEOE ha sido nuclear, en España se legislaba en materia económica sin el desprecio de los últimos tiempos. No es un tema de izquierdas o de derechas, sino de cultura política. Sánchez Llibre lo sabe bien, porque entre otras cosas él fue quien más transacciones logró en el Congreso de los Diputados y otras instituciones del Estado desde la gestoría que no hace mucho era el nombre metafórico que recibía CiU. Los últimos tiempos de gobierno de Mariano Rajoy han sido catastróficos para el capital de origen catalán. Cómo se ha llevado desde el inicio la operación de venta de Abertis, las críticas silenciosas recibidas por Isidro Fainé desde el propio Ejecutivo del PP por su supuesto colaboracionismo y otros trasiegos menores son la demostración de que el partido que mejor se suponía que conectaba con los empresarios ha acabado con algunos como el rosario de la aurora.
Nada mejor le ha lucido el pelo al mundo del capital con el soberanismo de los últimos años. Aunque en los últimos gobiernos abundaban los perfiles conservadores, desde Artur Mas hasta hoy se han visto necesitados de apoyos populistas como los de la CUP o los Comunes, según el momento, y esos peajes han sido bien costosos. Garantizar las mayorías secesionistas ha propiciado extrañas alianzas entre los conservadores y sus herederos radicales que le han infringido un profundo perjuicio a la empresa catalana. Sucedió tanto por acción como por omisión. Podría enumerarse un buen número de estrambóticas decisiones adoptadas, como regodearse en la inutilidad en materia económica de los últimos gobiernos autonómicos.
El mosqueo mayúsculo de todas las patronales y sindicatos con la Generalitat por el tiempo que estamos perdiendo, el coste de oportunidad que representa, alrededor de la formación profesional en Cataluña es la más evidente prueba de todos esos divorcios citados.
Sánchez Llibre es un viejo zorro (plateado, dirán los que se ríen de los cambios en las instituciones cuando echan números con las edades de los renovadores) de la negociación. Posee, eso sí, suficiente cintura como para conquistar algo más que su antecesor, a quien el gregarismo y la dimensión de relaciones públicas personales desde la patronal le ocupaba más que el lobby al que debía representar. Es cierto que Joaquín Gay de Montellà se plantó ante el independentismo, pero o siempre llegaba tarde o iba demasiado a remolque de sus asociados por su gran vínculo con Artur Mas. Le agradaba mucho más un palco del Liceo que una reunión a cara de perro con un director general.
Pese al indulgente aterrizaje inicial, tampoco se dará un paseo triunfal el nuevo presidente de Foment. Entre otras razones porque, mientras las principales instituciones las gobierne el independentismo y la doctrina radical de la fallida república catalana, Sánchez Llibre no dejará de ser para sus interlocutores de la administración catalana un botifler más estigmatizado por el final de UDC cuando hubo de decidir sobre el secesionismo. La relación entre el empresariado y la nueva política están guiados por nuevos códigos de conducta que sitúan el marketing político cada vez más arriba en detrimento del bienestar común o la satisfacción ciudadana. Hoy en Cataluña esos surcos están labrados por ERC ante la virtual bancarrota política de la antigua CDC, y ahí está enterrado el hueso que deberá roer.
El vicepresidente de Conservas Dani acabará mejor situado en Madrid que en Barcelona, seguro. Sin embargo, será muy interesante su liderazgo si resulta capaz y emplea todos los recursos para darle una voz propia y diferenciada al conjunto de las 618.366 empresas que tenían su sede social en Cataluña a principios de este año. Una voz que consiga afianzar la vocación innovadora, internacional, europeísta y española del tejido económico de la autonomía. Disponer de una asociación, un lobby, que ponga por delante los costes energéticos, la gravosa fiscalidad diferencial, la eficiencia de la administración, la mejora formativa y sea capaz de promover infraestructuras de desarrollo con el diablo es mucho más útil que las empecinadas en el derecho a decidir o en meter sus narices en el proceso judicial abierto por los hechos del año pasado.
Los empresarios no deben renunciar jamás a sus opiniones personales en virtud del negocio que desarrollan. ¡Faltaría más! Pero cuando se expresan en nombre de su organización, o lo hacen representando al colectivo sectorial o gremial deben recordar aquello tan antiguo que define a las empresas como comunidades de intereses en las que participa el capital promotor, pero también los empleados, los proveedores, los clientes y hasta la opinión pública. Es decir, pluralidad en estado puro. Con eso bien aplicado bastaría para que Sánchez Llibre contribuya a retornar el mundo de la empresa a las coordenadas que antaño hicieron de Cataluña un referente de la economía española y europea.