Manuel Valls y Mario Vargas Llosa tienen en común haber escuchado los cantos de sirena de Ciudadanos. Lo del escritor peruano como alcaldable o presidenciable por Madrid no prosperó, pero el rumor era insistente y la posibilidad, nada descabellada. Lo de Valls como candidato al Ayuntamiento de Barcelona parece que avanza, aunque con mucha cautela. Quizá demasiada. Y es lógico. El propio Vargas Llosa experimentó los sinsabores de la política cuando aspiró a la presidencia de Perú en 1990. El resultado fue desastroso, pues contra todo pronóstico --las encuestas le daban como ganador-- perdió ante el populista Alberto Fujimori, de infausto recuerdo para el pueblo peruano.
Salvando las distancias, algo parecido le puede ocurrir al exprimer ministro francés, cuyo afán por superar una reválida política en Barcelona puede provocar el rearme de la activista Ada Colau, con el apoyo de ERC y PDeCAT. Valls tiene puestas sus esperanzas en la transversalidad constitucionalista pero, hoy por hoy, Ciudadanos y PSC no suman en ninguna encuesta de intención de voto. Los socialistas niegan la mayor, que pueda haber un pacto con una formación que lo único que pretende es fagocitarles.
El exdirigente francés no lo tiene fácil, aunque un importante sector empresarial haya depositado sus esperanzas en él. Resulta obvio, dada la fatídica gestión de los comunes, que se van de vacaciones con una auténtica chapuza presupuestaria, como explica con detalle el compañero Ignasi Jorro en Crónica Global. Que Colau tenga que dar un tijeretazo en la obra pública a nueve meses de las elecciones municipales debería allanar el terreno a un gobierno alternativo. Pero cuidado con los golpes de efecto.
La irrupción de Valls lo es. Y también la de Jordi Graupera, que defiende asimismo una lista transversal, en su caso secesionista y mediante primarias. Ninguno de los dos es candidato todavía. Y tampoco han desvelado cuál es su modelo de ciudad. Sí sabemos que sus aspiraciones a la alcaldía implican trasladar el debate secesionista a Barcelona. El filósofo quiere convertir esta ciudad en “el baluarte de una Cataluña libre”. A saber qué significa eso. Quizá coincida con Quim Torra en que lo importante es el derecho a la autodeterminación y lo demás son “prioridades menores”. Es decir, el deterioro del Raval, la falta de vivienda social, la turismofobia, el bodrio de Glòries... Temas que bien valen un debate entre candidatos. Los medios afines al independentismo así lo han planteado, pero ni PDeCAT ni ERC, que ya han designado sus cabezas de lista a las municipales por Barcelona --Neus Munté y Alfred Bosch, respectivamente--, quieren elevar a Graupera a la categoría que todavía no tiene, la de candidato.
Lo que se dice bien avenidos, no parece que estén los secesionistas.