Miquel Iceta habla claro, sin ambages, como alguien que empieza a estar demasiado de vuelta del circo político en el que lleva décadas sumido. Lo abomina desde su particular y omnipresente sentido del humor. Quizá, por tanto como lo conoce. Es directo, conciso en las ideas clave y se ha convertido, por el devenir de los acontecimientos, en un personaje nuclear para la política catalana ante el próximo 21D y, a la vista de los resultados de esas elecciones autonómicas, es posible que también para el escenario posterior a la batalla electoral.
Sea cual sea el resultado, el dirigente de los socialistas catalanes tiene muchos números para formar parte de las negociaciones posteriores a la convocatoria, tanto para formar un hipotético gobierno como, en caso contrario, contribuir desde su partido, desde la proximidad a un más bisoño Pedro Sánchez, a darle una solución al contencioso catalán. Lo sabe, tiene clara cuál es la posición que debe mantener e incluso cuáles son sus prioridades personales. Es un pícaro listo.
Es justamente esa sensación general la que el equipo periodístico de Crónica Global extraíamos ayer tras una animada y larga charla con el candidato y número uno del PSC para el 21D.
La política de alianzas y pactos se hará indispensable a partir de la noche del 21D. Es justo ahí el lugar en el que Iceta es un habilidoso político
Iceta sale a ganar, a bailar si conviene, pero la victoria principal es cargarse el independentismo desde la racionalidad. Sin estridencias, pero con una firmeza tan basada en el sentido común como en el hastío personal que parece producirle el discurso soberanista. Para lo que venga, no tiene más que una línea roja insuperable: la independencia. Dentro del marco constitucional, de manera ordenada y lógica, está dispuesto a hablar de todo y con todos. Incluido, por supuesto, con Inés Arrimadas, lideresa emergente de Ciudadanos y a la que todas las encuestas vuelven a convertirla en jefa de la oposición del Parlament de Cataluña.
La situación económica, social y política son de tamaña gravedad que la campaña electoral tendrá una enorme importancia movilizadora en todos los ámbitos y, conocido el resultado, sea cual sea, la política de alianzas y pactos se hará indispensable a partir de la noche del 21D. Es justo ahí el lugar en el que Iceta es un habilidoso político, con suficiente experiencia como para jugar como un moderado dirigente con capacidad y ganas para reconducir una situación de intervención estatal indeseable, recuperar el prestigio y la dignidad de las instituciones y evitar una crisis que puede llevar Cataluña, España y hasta la Unión Europea a un callejón sin salida.
A sus 57 años, el socialista se presenta con una idea fuerza: es una de las esperanzas de normalidad (antes se llamaba centralidad política) que aún pueden darle la vuelta a un calcetín que se ha agujereado y que necesita zurcidos urgentes y alguien con capacidad para cicatrizar heridas muy profundas y sangrantes hoy.