La crisis abierta en el Gobierno de la Generalitat tras las palabras de su consejero de Empresa y Conocimiento, Jordi Baiget, y su posterior destitución por disentir recuerda --con toda la distancia emocional y temporal-- aquel chiste antiguo y simplón que se hacía de los comunistas cuando se les quería ridiculizar. Todo se podía colectivizar salvo la moto del comunista que ejercía la solidaridad: "La moto no, la moto es mía...".
El hombre de confianza de Artur Mas en el Govern, uno de los que debía garantizar la actitud business friendly del equipo administrador, ha liado un monumental debate con sus manifestaciones en el transcurso de una entrevista periodística. Lo primero que hizo fue poner en cuestión que el referéndum de marras del 1-O fuera finalmente celebrado. Baiget ha sido el primer integrante del Consell Executiu con los arrestos para decirlo alto y claro. Así de caro le ha salido el arrojo. Lo segundo es llamar la atención de sus correligionarios sobre no minusvalorar el butifarréndum que tuvo lugar el 9-N. Consciente de que lo mejor que podrían llegar a organizar será algo similar a aquel festival nacionalista, pide a la parroquia que no lo minimice porque, llegado el caso, como salida podría servir.
Están dispuestos a inmolarse en lo político, pero sin rebasar esa barrera. Es, por decirlo finamente, un martirologio de espectro limitado
Pero que levante la moral perdida el 9-N y que se atreviera a pronunciarse con valentía no exime una de las frases más curiosas de las que ha dejado para la posteridad. Estaba dispuesto a ir a la cárcel por razones políticas, pero ni hablar del peluquín de que eso pueda afectar a su patrimonio. Ya saben, la moto no, que la moto es mía.
Curiosa la reflexión, pero muy adecuada para conocer por dónde transita la burguesía catalana y las clases medias del país que dieron su apoyo en algún momento de los últimos años a los movimientos independentistas de Mas. Están dispuestos a inmolarse en lo político, pero sin rebasar esa barrera. Es, por decirlo finamente, un martirologio de espectro limitado.
O, dicho de otra manera, con las cosas de comer no se juega, ni tan siquiera a la política. Tomen nota los archiconvencidos nacionalistas de lo que piensan sus mayores. La lección no tiene desperdicio. Destitución final incluida.