Desde hace años, el grupo financiero líder en el mercado español pretendía exportar su liderazgo a otros lugares del mundo. Los tres últimos presidentes de la antigua caja de ahorros apostaron por darle dimensión internacional a un negocio con el cual ya habían conquistado España y eran hegemónicos en un país de alta bancarización.
El pionero fue Josep Vilarasau, director general y presidente del grupo La Caixa durante un buen puñado (27) de años. Aunque bajo su mandato se iniciaron algunas aproximaciones al negocio internacional, de su legado perdura la construcción del grupo empresarial de participadas que hoy se reúne bajo la marca societaria Criteria. Un ejecutivo españolazo, vamos. Después vino Ricard Fornesa, que anduvo con muchas ganas de exportar el modelo español de cajas de ahorros a Chile, un país que conocía con profundidad por los negocios que había mantenido en Aguas de Barcelona, compañía de la que también había sido presidente.
No ha sido, sin embargo, hasta la presidencia de Isidro Fainé que la entidad que reside en las torres negras de la avenida Diagonal de Barcelona ha adoptado ese carácter más cosmopolita en su negocio. De él dicen que fue la idea de invertir en un banco portugués, el Banco Portugués do Investimento (BPI) en el que han pasado muchos años como meros socios financieros. Para el bancario de Manresa la dimensión internacional de la entidad siempre ha sido mucho más que una afición teórica.
Verán que la compra de BPI no es una estación término para La Caixa, sino una parada en el camino para conquistar Lisboa y el resto del territorio luso
De hecho, bajo su mandato La Caixa ha tenido aciertos y errores a partes iguales en sus inversiones de carácter mundial. Por ejemplo, en el The Bank of East Asia, de Hong Kong; en el Erste Bank austriaco o en el Grupo Financiero Inbursa, del magnate mexicano Carlos Slim. En general no fueron grandes operaciones ninguna de ellas. Con lo que no ha perdido la paciencia y ha conseguido, por fin, poner una pica en el mercado extrafronterizo ha sido con el negocio de Portugal. Será el primer banco no español que Caixabank controla de forma mayoritaria y del cual tendrá la dirección de sus órganos de gobierno.
Con la adquisición de la mayoría de BPI, el banco barcelonés inicia una aventura internacional, con dimensión ibérica, que le reafirmará como primer grupo financiero peninsular. Fainé, con su perseverancia, ha logrado resolver dificultades que no eran menores: unos socios angoleños con un interés enorme por sacar tajada de su participación en BPI, un gobierno local celoso de su soberanía financiera y, al fin, un Banco Central Europeo (BCE) dispuesto a evitar cualquier nuevo colapso del sistema como el que tuvo lugar en los inicios de la crisis financiera última. Verán que la compra de BPI no es una estación término, sino una parada en el camino para conquistar Lisboa y el resto del territorio luso.
Resistir es vencer. Y Fainé, junto a Gonzalo Gortázar y su equipo, son los verdaderos responsables de que Caixabank tenga la mayor red de oficinas que van del Atlántico al Mediterráneo y del Cantábrico al Estrecho de Gibraltar. Quienes en lo político consideran que Portugal merece avanzar hacia una unión ibérica podrán comprobar en breve cómo sería eso en materia económica. El control de BPI por el banco catalán será la prueba del nueve. Y los gestores de Caixabank ya conocen con cierta solvencia cómo es necesario expandirse en territorios que no son los nativos. Lo han hecho durante la reconversión bancaria española con la ingestión de cajas de ahorros de prácticamente todas las autonomías del país. ¡Buen provecho, pues!