Presidentes llorones
Llegará un momento en que acabemos convirtiendo en un totém a personajes como Mariano Rajoy o José Luis Rodríguez Zapatero, no tanto por composición, sino por oposición al resto de la parroquia política que nos rige. El comentario viene a cuento de la rápida salida a escena de los dos presidentes catalanes, el actual (Carles Puigdemont) y su antecesor (Artur Mas), para ofrecer explicaciones sobre la jugarreta política que dicen les ha practicado la CUP.
Mas es el más damnificado en apariencia. De llevar el texto del acuerdo en su americana y recordarle a todos los que le preguntaban sobre el tema que él se encargaría en persona de que los cuperos cumplieran su acuerdo, de eso ha pasado a lloriquear por las esquinas radiofónicas a las apenas 48 horas del jaque de los antisistema. Al expresidente solo le quedaba ese registro para autoarrogarse algún rol en la laberíntica democracia catalana. Fastidiado el papel de la CUP, Mas sólo puede dedicarse a barrer los escombros de las sedes a toda prisa, porque algunas están embargadas y otras acabarán en manos de nuevos ocupantes.
No crean que Puigdemont anda con el ánimo mejor. Esperaba pasar 18 meses como mínimo al frente de los catalanes y quizá no llegue. Además, ahora que le está tomando apego al cargo, se dará la circunstancia de que no le dejan tan siquiera probar a gobernar. Hoy, María Jesús Cañizares da cuenta en estas mismas páginas de que uno y otro tampoco atraviesan su mejor momento de relación mutua.
Mas no se quiere marchar, no le prueba lo de dedicarse a la familia, y a los nietos en concreto, y continúa empecinado en ser un personaje relevante del país. Al exalcalde de Girona le pasa, en cambio, que ha saltado de categoría laboral y no parece que le disguste contar con más escolta y con más personas dispuestas a estrechar su mano.
Que todo eso se pierda de la noche a la mañana por la actitud de la CUP debe ser difícil de asumir. Solo eso justifica los lagrimones públicos, controlados pero públicos, que fueron derramando ayer sobre un papel mojado, el del acuerdo.