El presupuesto de la señorita Pepis
En otros tiempos, los juguetes abundaban menos y la tenencia o no de ellos marcaba tanto la clase social del sujeto como el género. Muchas mujeres de este país han crecido con juegos de la señorita Pepis, así que ellas entenderán a la perfección qué quiero decir cuando comparo el presupuesto catalán presentado ayer al Parlamento con la citada jovenzuela de nuestra infancia.
Los juegos de la señorita Pepis eran una emulación minúscula de cualquier cosa. Tanto da que fuera una cocina como un set complejo de maquillaje. Había de todo y siempre se trataba de que los niños, sobre todo las niñas, tuvieran a su alcance una recreación minúscula de tareas propias de adultos.
Oriol Junqueras también es de la generación de la señorita Pepis, por lo que él entenderá a la perfección la metáfora. Sus cuentas públicas son una especie de jibarización de un presupuesto de verdad. Tienen todo lo que tienen que tener, para que parezcan las de los mayores, pero a tamaño minúsculo.
Junqueras, en nombre de la coalición por el poder Junts pel Sí (decían que era por la independencia, pero ya ven en qué se ha convertido), ha elaborado unas cuentas que quieren ser más modernas que las de su antecesor Andreu Mas-Colell. Incluso se ha permitido enmendarle la plana al viejo profesor, que técnicamente no era ninguna lumbrera. Y, al final, muestran, en pequeño, el perfil del gobierno de Carles Puidemont: mucho ruido y pocas nueces.
Me explico: aumenta el gasto para hacer propaganda catalana (de una forma de concebir Cataluña para ser exactos) en el exterior; el área del presidente se da por amortizada (que Puigdemont ya ha cumplido sus minutos de gloria a lo Andy Warhol); se mantiene el desaguisado con ATLL (para qué buscar soluciones, patada para adelante y otros vendrán...); no se ven dotaciones para políticas industriales efectivas en vez de cosméticas; y así un largo etcétera.
La señorita Pepis tenía una virtud, que nos hacia soñar con situaciones de la vida real en la que los niños eran adultos en potencia. Los presupuestos de Junqueras también logran la ensoñación independentista de quien se los quiera creer. Están muy bien como regalo navideño. El problema, como casi siempre, es que algún día muchos despertarán de golpe de la ensoñación.