Pensamiento

¿Verdugos o victimarios?

19 noviembre, 2015 00:48

¿Es posible que una sociedad democrática comprenda o excuse a una organización terrorista? Sí, pero para eso es imprescindible lavarle la cara. Siempre se busca dejar a salvo la conciencia, por residual que sea. Esto resulta más fácil cuando la voluntad de tener una conciencia recta es endeble o inexistente, y cuando se consiente la mentira o el cinismo y se permite que el 'ambiente' nos imponga su norma.

Una palabra lanzada hace poco al mercado es la de 'victimario', se contrapone a la de 'víctima' y las aproxima engañosamente. Ablanda y suaviza la más dura de 'verdugo'

Leo al formidable periodista Eduardo Martín de Pozuelo referir cómo los máximos dirigentes del Estado Islámico reivindican el Islam como "la religión de la guerra", defienden sus atrocidades escenificadas alegando que lo que hacen está justificado "por lo que ustedes hacen con nosotros".

Esta organización terrorista, el EI o ISIS, es la más rica del mundo: dispone de un presupuesto anual de 2.000 millones de dólares. Escribe Eduardo que "los atentados yihadistas no son actos gratuitos, fruto de uno o varios psicópatas. En absoluto. El salafismo y el yihadismo tienen unos ideólogos que han elaborado una doctrina que legitima sus crímenes y que convierte en héroes a quien los perpetra". Este ensalzamiento sistemático nos resulta familiar, ha sido práctica cotidiana en el País Vasco y en determinados ámbitos reaccionarios (específicamente 'progres', esto es, falsos progresistas) de toda España.

Una palabra lanzada hace poco al mercado es la de 'victimario', se contrapone a la de 'víctima' y las aproxima engañosamente. Ablanda y suaviza la más dura de 'verdugo'. En realidad, victimario significa homicida pero suena 'mejor'. El sábado 14 de noviembre acabó el ciclo de cine de este año de la Asociación por la Tolerancia. Vi el excelente documental 'Relatos de plomo' y asistí a las charlas del periodista y profesor Javier Marrodán y de Joseba Arregi --quien fuera Consejero de Cultura en los gobiernos autonómicos de José Antonio Ardanza--.

'El terror de ETA. La narrativa de las víctimas' (Tecnos) es el último y reciente libro del doctor Arregi, quien se retiró hace más de diez años del EAJ-PNV. Su intervención destacó por su inteligencia y por su insólita claridad y libertad, no estamos acostumbrados a estas cualidades. Fue por tanto un lujo.

Algunos pretenden que hoy se ha de agradecer a los etarras su renuncia a matar. Pero esto no merece gratitud, no es un mérito

Se refirió Arregi al espectáculo de banalización del terror, que nos rodea envuelto en palabrería, con pleno olvido de la realidad personal de las víctimas, al hacer desaparecer la figura de los verdugos. Se evita así hablar de algo capital: que las víctimas de los etarras fueron escogidas y discriminadas para su eliminación en grupos concretos: empresarios, policías, militares o políticos de UCD, entre otros. Se buscaba marcarlos, humillarlos y vejarlos; que les dominara el terror. Dolor y aislamiento, una limpieza selectiva. ETA produjo numerosas víctimas que por ser de carne y hueso desmienten el mito del pueblo vasco como 'víctima perfecta', tras las guerras carlistas y la Guerra Civil.

Algunos pretenden que hoy se ha de agradecer a los etarras su renuncia a matar. Pero esto no merece gratitud, no es un mérito. Cada uno de nosotros tiene poder para negar la bendición a esos malhechores y podemos ejercerlo día a día, en cada oportunidad. No vale que decidan dejar de matar, deben rechazar su participación en un perverso y asesino plan. Es incalculable su daño hecho, irreparable y desgarrador, pero también su afrenta al bien más delicado que tenemos en sociedad: el Estado de Derecho, el fundamento que nos permite a todos convivir siendo diferentes y sintiendo de modos distintos.

Los derechos ciudadanos son lo único que podemos compartir unos y otros. Un Estado aconfesional, por ejemplo, no puede inculcar, de ningún modo, doctrinas nacionalistas, ni identificarse con ellas, sólo los valores ciudadanos nos unen. Ante las persistentes tergiversaciones que se efectúan cada día, Arregi aconseja resistir abiertamente y gritar sin miedo lo que convenga. Las víctimas no tienen la razón por el hecho de serlo, pero nuestra sociedad carecerá de dignidad y de vergüenza, hasta que no se les devuelva solemne dignidad.

Hace un siglo que gentes europeas pregonaron el deber de la violencia, una violencia ‘salvífica’ que sería capaz de acabar con todas las violencias. Así repartieron justificaciones ‘sagradas’ e incontestables para asesinar a quien les interesara. Por eso los verdugos despojan siempre a sus víctimas de su condición de personas. Extraviado el corazón, no les miran a los ojos; ni quieren ni pueden.