En la escena de un teatro, el Teatre Nacional de Catalunya, se presentó el martes una ley para celebrar un referéndum ilegal. Fue apropiado escoger un teatro llamado nacional para dicho acto, porque eso es lo que fue: teatro nacional.

No quedaba claro si era un acto del Gobierno de la Generalitat o un mitin de precampaña electoral de algunos partidos independentistas. Una vez más, se utilizaron palabras para denominar cosas que no se corresponden con el significado de las mismas. Nos dijeron que era un acto para presentar una ley para realizar un referéndum, y resulta que no hay tal ley y tampoco queda claro que exista un referéndum.

No hay ley porque las leyes, para que lo sean, han de cumplir una serie de requisitos que se refieren a la materia objeto de la regulación y a la forma en que esta se realiza.

La materia a regular está relacionada con el órgano que lo regula, ya que fuera de las competencias reconocidas por la ley, no existe capacidad competencial reconocida para legislar. Una ley promulgada fuera del ámbito competencial, normalmente es nula de pleno derecho, por más que dicho órgano repita cansinamente lo contrario. Este es el caso.

Aún en el supuesto de que la materia que se quiera regular entre dentro del ámbito competencial, y tenga sentido hacer una ley para regularla, tampoco tendríamos ley si no se siguen los trámites reglamentarios. De una ley se hace un borrador, se discute con todos los grupos parlamentarios, se enmienda, se vota de forma cualificada según la naturaleza de la ley, se publica en el boletín oficial y se puede recurrir. Hasta ahora, no se ha presentado en el Parlamento catalán, ni existe un texto publicado oficialmente. Podríamos decir que se trata de una ley fantasma, modificable sobre la marcha a conveniencia de los impulsores.

Una ley promulgada fuera del ámbito competencial, normalmente es nula de pleno derecho, por más que dicho órgano repita cansinamente lo contrario. Este es el caso

Si nos fijamos en la materia que se pretende regular, el referéndum, tampoco la palabra tiene ninguna relación con lo que en términos democráticos se considera un referéndum. Desde el punto de vista conceptual, un referéndum se considera un recurso democrático, donde se simplifica una realidad compleja que anteriormente ya se ha ordenado, discutido y consensuado ampliamente entre los diferentes grupos políticos, como una propuesta de Constitución o Estatuto. En ningún caso tiene sentido hacer una ley ad hoc a escondidas, que sólo es válida en este caso. Suponiendo que fuera legal plantear un referéndum de independencia, al tratarse de una materia compleja de gran envergadura, no tendría sentido hacerlo sin discusión previa ni propuesta real. En el caso de la independencia de Cataluña, la propuesta unilateral que presentan algunos grupos de la cámara, se reduce a una frase vacía carente de concreción y contenido, que Cataluña sea una república independiente. ¿Ya está? ¿Nada más?

Teniendo en cuenta que más del 50% de los catalanes está en contra de la independencia y que, de entre la población que votaría a favor, una parte importante votaría favorablemente un nuevo encaje de Cataluña en España, forzar un referéndum en estas circunstancias no sólo es ilegal, también lo hace muy poco ético. En el supuesto de que este referéndum se celebrase, es obvio que la población que no se siente identificada con la finalidad, con la forma en que esta se quiere llevar a cabo, o espera que alguien nos haga una propuesta seria, tendrá pocas motivaciones para ir a votar. Hecho que se agrava si tenemos en cuenta que los ciudadanos que no se sienten independentistas tendrían que decidir entre hacer una acción ilegal con amenazas y acudir a votar una cosa con la que están en desacuerdo, o no ir a votar de acuerdo en coherencia con sus propios criterios y sin embargo vivir con la angustia de que le digan que el resultado será vinculante. Cualquiera de las dos opciones zozobra a más de la mitad de los catalanes, además de al resto de españoles.

Más allá del teatro, en cualquier ley que se precie alguien tiene que hacerse responsable de su aprobación y su ejecución. Pero la chulería y la unilateralidad tienen un problema que se expresa muy bien en un tuit publicado por el señor Homs a raíz del cese fulminante del conseller Jordi Baiget a causa de unas declaraciones en las que ponía en duda la celebración del referéndum: "¿Cómo es que de momento solo somos los del PDeCAT a los que nos condenan los de Madrid y/o nos quieren fuera algunos de Cataluña?"; "Hasta lo huevos".

No sería extraño ver resucitar al señor Mas dispuesto a negociar unilateralmente algo en Madrid como ya hizo hace años con el Estatuto, por su cuenta y riesgo

Esto viene al caso porque, aunque aparentemente todos los socios tienen el mismo verbo, los que más pringan son los que más necesidad tienen de demostrar que quieren llegar hasta el final. Puigdemont convoca frecuentemente a los actores a ensayo general, pero aunque el señor Junqueras da ánimos a los demás, de momento no ha puesto su rúbrica en nada, porque debe tener dudas sobre la inmediatez de la república independiente y depende de las circunstancias, aún podría ser presidente de la Generalitat. En la escena, medio escondido entre cortinajes, hay quien quizás piense en quedarse para el final y conseguir algo sustancioso con el Gobierno español, para que parezca que la patria sobrevive gracias a Moisés. Para eso, no sería extraño ver resucitar al señor Mas dispuesto a negociar unilateralmente algo en Madrid como ya hizo hace años con el Estatuto, por su cuenta y riesgo.

En resumen, el teatro nacional da para mucho: algunos se han creído lo de las urnas para la realización del referéndum, otros ya preparan elecciones y los terceros se muestran ansiosos para declarar la Cataluña independiente si se cuela un voto más para el sí o alguien impide la realización del pseudorreferéndum. Para estos compañeros de viaje, ha estado bien pensado montarles una asamblea constituyente durante seis meses, para que sean ellos los que reciban las tortas de primera mano, si es que estas, después de tanto desearlas, al final les vienen.